JUAN MARÍA SEGURA

¡Basta de enseñar!

Por Juan María Segura


De acuerdo a un reciente informe del Foro Económico Mundial, para el año 2020 habrá 4 billones de personas navegando diariamente por internet, red que tendrá 24 billones de aparatos conectados. Internet, red inexistente hace 25 años, forma parte del conjunto de TICs que creó una red mundial de intercambio de información y de producción sin precedentes. Nunca antes en su historia el ser humano se enfrentó a una invención tan disruptiva, con consecuencias tan transformadoras en todos los órdenes de la vida.

Frente a un mundo novedosamente en red y en estado de conversación constante, las empresas, la política, la religión, la producción artística, las formas de hacer el bien y el mal a escala, los medios de comunicación y la producción literaria, la ciencia y la medicina, todos los acuerdos institucionales heredados de un mundo industrial y de información escasa, se ven forzados a adaptarse y resignificarse, redefiniendo su utilidad para un mundo del conocimiento, una cultura colaborativa y una economía digital.

Aquellos países y regiones del mundo que mejor capacidad demuestren para articular un ecosistema de instituciones, marcos normativos, redes colaborativas y prácticas de distribución de conocimiento, marcharan a la cabeza de la cuarta revolución, instancia que incluye e integra cuestiones de inteligencia artificial, impresión 3 D, almacenamiento de energía e internet de las cosas. En definitiva, no se trata de conectar por conectar, sino de encontrar nuevos significados para los nuevos diseños emergentes de un mundo en configuración. Los casos de Islandia y Estonia, dentro del 15% de las naciones que mejor se vienen preparando desde hace 15 años para beneficiarse de las TICs, demuestran que no es tan gravitante el legado, la historia o el PBI por cabeza, sino la mirada del futuro y los nuevos acuerdos institucionales establecidos.

Por las mismas razones, la educación como función de competitividad de una Nación a largo plazo, es hoy el área más demandada de nuevos formatos y prácticas. Según una encuesta del II Congreso de Educación y Desarrollo Económico, Argentina posee un sistema universitario (122 universidades que enseñan a 1.8 millones de alumnos) que no innova en términos generales (72%), pero tampoco lo hace en lo que se refiere a sus prácticas pedagógicas (70%), diseños curriculares (67%), formatos institucionales (76%), tecnologías educativas (76%) ni políticas públicas (73%). El dato coincide con una encuesta de Gallup que señala a Latinoamérica como la región del globo menos innovadora en comparación con otras 8 zonas, con diseños institucionales y formas colegiadas de gobierno que desactivan o ahogan cualquier intento de sacar al mundo a las instituciones de educación superior, poniéndolas a explorar formatos, programas o prácticas novedosas.

Frente a un sistema educativo que, a pesar de haber recibido más maestros por alumnos, computadoras, leyes y ciclos obligatorios de enseñanza, no logra revertir los malos índices de sobre edad, abandono escolar y graduación, ni la mala calidad de los aprendizajes, existe fundado consenso de que se debe cambiar. Urge cambiar, y urge hacerlo a escala. A pesar de ello, escasean las propuestas integrales, tanto desde el punto de vista pedagógico, como desde el entorno tecnológico o la gestión personalizada del aprendizaje, que puedan ofrecer resultados tangibles.

En una investigación impulsada por el MIT en 2010, la ciencia pudo probar que el modelo pedagógico basado en un alumno como receptor pasivo de contenido no funciona (o funciona tan pobremente como ver televisión), al verificarse la escasa actividad eléctrica del cerebro registrada por adolescentes en clase durante el período de investigación. La didáctica de la clase expositiva como principal estrategia de enseñanza debe finalmente dar paso a lo neurodidáctica de enseñanza, estrategia que busca primero emocionar para suscitar atención e interés, luego interconectar para habilitar una comprensión multidisciplinaria y holística, y finalmente memorizar. Los docentes modelo 1.0, especialistas en la clase expositiva y técnicos expertos de la didáctica tradicional de enseñanza, deben dar paso a verdaderos científicos del aprendizaje, expertos en el despliegue de la neurodidáctica, con apoyatura en recursos multimediales, imágenes, mapas conceptuales y todo el interminable acervo de recursos de libre accedo que ofrece internet.

La educación puede ser el mejor aliado de una Nación en su camino hacia la cuarta revolución, o su peor talón de Aquiles. Son los dirigentes quienes tendrán que dilucidar cómo resolver este intríngulis.