JUAN MARÍA SEGURA

¡Habemus datos!

Por Juan María Segura


Que niños y niñas aprenden poco y mal en la escuela argentina ya no es una novedad. Lo dijeron a viva voz tanto el Presidente Macri como el Ministro Bullrich en conferencia de prensa en marzo pasado, en oportunidad de presentar los primeros resultados del Operativo Aprender.

Recordemos que el operativo de referencia censó 4 niveles diferentes de enseñanza (grados 3, 6, 9 y 12), en 4 áreas diferentes de estudios (matemáticas, lengua, ciencias sociales y naturales), en 31 mil escuelas de gestión pública y privada de las 24 jurisdicciones educativas, alcanzando a una población 1,4 millones de alumnos. Si bien la tasa promedio de respuesta fue despareja, con algunas provincias con menos del 50% de respondientes, el promedio nacional estuvo por encima del 70%, lo cual permite trabajar con más de un millón de datos.

Para ponerlo en perspectiva, las pruebas TERCE, impulsadas por UNESCO en 15 países de la región para medir aprendizajes en los grados 3 y 6 totalizan 200 mil mediciones, mientras que las pruebas PISA impulsadas por la OCDE en el grado 9 para medir 65 sistemas educativos del mundo totalizan 500 mil mediciones. Por lo tanto, poseer un millón de resultados de carácter censal, comparables en tópicos y grados con las pruebas regionales e internacionales, nos ubica en una posición novedosa. Lo dije antes y lo vuelvo a reafirmar ahora: es inobjetable, a mi juicio, que este es EL dato diferente del arranque de este año y de la actual administración. ¡Habemus datos!

Por suerte los datos ya empezaron a fluir, con cierto nivel de desagregación. Ya se puede comenzar a elaborar algunos análisis y cruces, y animarse a conjeturar algunas conclusiones, aunque sea para organizar un poco mejor el debate público.

Del Primer Informe de Resultados, recientemente publicado por el Ministerio de Educación y Deportes y donde se analizan los datos de los aprendizajes de los niños de los grados 6 y 12, aquí solo me quiero concentrar en uno solo aspecto: el de la repitencia y su vínculo con la calidad de los aprendizajes.

En los alumnos de último año escolar (grado 12), en donde se evaluaron los 4 contenidos, en todos los casos se verificó un deterioro en la calidad de los aprendizajes a medida que los alumnos rinden con mayor nivel de sobreedad. En lengua, los que nunca repitieron en la escuela primaria y rindieron por debajo del nivel básico alcanzaron el 21,2% de los evaluados, mientras que ese valor asciende al 51,3% para los que repitieron 3 o más veces. En el mismo tópico, los que rindieron por debajo del nivel básico en la escuela secundaria y nunca repitieron alcanzan el 20,9% de la muestra, en comparación con el 35,2% de los repitieron 3 o más veces.

En matemáticas pasa lo mismo: el valor asciende del 38,8% al 59,5% sin y con máxima repitencia en primaria, y del 38,1% a 52,4% sin y con máxima repitencia en secundaria.

En ciencias naturales se repiten el mismo fenómeno: el guarismo trepa del 15,7% al 38,7% sin y con máxima repitencia en primaria, y del 15,6% al 26,5% sin y con máxima repitencia en secundaria.

Y, para no ser menos, en ciencias sociales también se verifica el mismo comportamiento: el porcentaje asciendo del 17,5% al 41,9% sin y con máxima repitencia en primaria, y de 17,4% a 28,4% sin y con máxima repitencia en secundaria.

Con los alumnos de mitad de ciclo escolar (grado 6), en donde solo se avaluaron aprendizajes en matemáticas y lengua, se repite exactamente el mismo patrón de rendimiento. En matemáticas, el grupo de los que rindieron por debajo del nivel básico pasa del 16,0% al 37,5% entre los que no repitieron y aquellos con 3 o más años de sobreedad, mientras que en lengua el valor asciende del 12,6% al 36,6% cuando se realiza la misma comparación.

Al hacer la apertura de ambos grupos de estudio por nivel socioeconómico, vemos que la conducta se repite, aunque partiendo de niveles de aprendizajes diferentes para cada segmento.

El análisis se completa al verificar que en el año 6 el aula escolar ya presenta un porcentaje importante de alumnos con sobreedad (18% en la escuela estatal y 5% en la privada), y que ese valor asciende aún más al final de la escuela secundaria (32% y 11%, respectivamente).

La conclusión, a mi juicio, es obvio: la escuela se convirtió en una trampa, tanto para los que repiten (bajo la creencia de que con esa estrategia y política pedagógica los estamos favoreciendo), como para los que deben lidiar con ese alto porcentaje de peores aprendices que entorpecen la dinámica el aula y el proceso general de aprendizaje.

Si tenemos datos, sentémonos a discutirlos, pues así no podemos seguir.