JUAN MARÍA SEGURA

Autoridad y gobernanza

Por Juan María Segura


¡Estoy estupefacto! El discurso de inauguración de las sesiones ordinarias del Congreso de la Nación del presidente Macri, contra lo que hubiese imaginado, fue tristemente revelador. No me mostró algo que desconocía, sino una dimensión del problema que yo creía diferente. Yo pensaba que estábamos mal, pero no tanto.

No voy a detenerme en los modos groseros y maleducados de los ‘interrumpidores’ de siempre, pues de eso se ve mucho todo el tiempo, no solo dentro del Congreso o entre los políticos, sino en la sociedad en general. Tampoco perderé tiempo reflexionando sobre las sonrisas irónicas y llenas de sorna que llenaron la pantalla, pues son de alguna manera una radiografía de un infantilismo dirigencial que nos tiene acostumbrados. Estar a la altura del cargo, del desafío y de la época es una materia que nunca será aprobada por muchos de los que nos representan, aunque estén allí por el voto popular. Y mucho menos haré mención alguna de las bancas vacías de quienes, a la vista de toda la sociedad y en un contexto en donde el trabajo no abunda, faltan a su primer día de trabajo sin pudor, bancados por nuestros costosos impuestos. No me resigno a que nuestro proyecto colectivo de Nación se haya convertido en esto, un reality que exuda ignorancia, inmoralidad e inmadurez dentro de recintos bellos e impecables en donde se iza la bandera y se canta el himno nacional, pero no me sorprende. Es una decadencia que duele, pero que no ocurre en forma repentina.

Lo que me causó estupor fue el show montado por una señora que literalmente se coló en el recinto y se burló de todo el país. No voy a decir su nombre ni hacer mención del problema que le impedía ingresar en la cámara baja, pues no es ese el objeto de mi sorpresa. Pero anote: una persona que violó los controles de seguridad de ingreso en un evento de altísima seguridad, que luego ingresó al recinto y se mantuvo de pie en los pasillos (claro, no tenía una banca asignada) sin que ninguno de los otros legisladores intentara persuadirla de abandonar ese lugar. Y que, como si fuera poco, comenzó a despacharse gritando e inclusive interrumpiendo al discurso del Presidente de la Nación. ¿Usted entiende lo que le estoy diciendo? Si, el Presidente Macri debió interrumpir su discurso, que estaba siendo transmitido en cadena nacional para todo el país, por que esta ‘intrusa’ no lo dejaba hablar.

Sin embargo, lo más grave de todo el asunto sobrevino cuando la Vicepresidenta de la Nación, como máxima responsable de ese espacio, cuerpo y evento, le indicó a la señora que abandone la sala, y ella se negó. No solo se negó, sino que, desafiando todos los límites de la cordura y el decoro, se acercó aún más al lugar desde donde hablada el Presidente y desde donde le estaban exigiendo que se retire. Dicho en sencillo, hizo lo que quiso. Dicho en criollo, ¡se c… en todos!

Ya no digo el mal gusto, la desfachatez, la falta de respeto. ¿Dónde está la ley? Algo tan sencillo como eso. ¿Dónde están los límites de lo que se puede y no se puede hacer? ¿Dónde están los veedores de que funcione de esa manera ese principio tan básico, que ya casi nadie discute en el mundo? ¿Acaso hemos jugueteado tanto con el concepto de la autoridad, que dinamitamos de una forma tan drástica el propio concepto de la gobernanza?

Supongo, quiero creer, que existe un protocolo de seguridad que permite desalojar, con los métodos que sean necesarios, a las personas que ingresan al recinto sin autorización. ¿Existe? ¿Por qué no se utilizó? ¿Acaso si yo decido ir, pero con otros fines, tengo permitido obrar de la misma manera? Repaso las imágenes y sigo en shock.

Los conceptos de autoridad y gobernabilidad, íntimamente relacionados y claves para el buen funcionamiento de una sociedad democrática, descansan no solo en leyes, ordenanzas y protocolos, sino también en normas de conducta, valores y principios rectores que todos debemos velar, proteger y alentar. No hacerlo es hacerse cómplices de sistemas anómicos y moralmente decadentes.

Escuche esta otra historia, que también ha ocurrido esta semana. Louis Picamoles es uno de los mejores jugadores de rugby del mundo y un indiscutible en la selección francesa. En el partido que disputaron la semana pasada contra el seleccionado de Gales, Picamoles fue amonestado por el árbitro con una tarjeta amarilla, así que debió abandonar el campo de juego por unos minutos. Mientras se retiraba de la cancha, Picamoles se burló del árbitro aplaudiendo sarcásticamente su decisión. Nada muy grave, una sutileza. Al final, Francia perdió contra Gales y ahora se la debe jugar contra el seleccionado de Escocia, en el prestigioso torneo de las Seis Naciones.

El marte pasado, el seleccionador francés Phillippe Saint-André comunicó en rueda de prensa la lista de jugadores seleccionados para el trascendental partido contra Escocia. Sorprendió enormemente la ausencia de Picamoles. Cuando le preguntaron al respecto, el entrenador declaró que ‘tras la derrota con Gales, hemos realizado algunos cambios motivados por las lesiones, pero también reaccionando a ciertas actitudes hacia los árbitros que se vieron en el campo y que no tienen cabida en nuestro deporte. El respeto es la base de nuestros valores. Es vital enviar un mensaje a todos los jugadores que les recuerde que el privilegio de llevar esta camiseta implica una serie de deberes y de obligaciones’. Para Saint-André no es negociable sobreponer el resultado de un partido tan importante a lo que él percibe como una agresión a los valores más profundos de su deporte y de su país. Y marca el camino claro del comportamiento que se espera de cualquier jugador que quiera formar parte del equipo nacional en la competición más importante del año.

Volvamos a la arena política. ¿Imagina al espacio político de la intrusa del recinto apartándola por irrespetuosa, bajo el argumento de que agredió a los valores más profundos de nuestra democracia y país? ¿O al propio Presidente haciendo lo propia con la Vicepresidenta por no haber aplicado el protocolo de desalojo que la ley seguro contempla? Yo tampoco, y por eso estoy en shock. Me deja en shock que la norma sea excepción, y que lo excepcional y lo excepcionalmente ridículo se naturalice al punto tal que ni Presidente y Vicepresidenta de la Nación hablando en cadena nacional reúnan toda la autoridad como para actuar y hacer cumplir una norma sencilla. Partiendo desde aquí, ¿qué se puede esperar del resto?

Cuando vean a esta señora deambulando por los medios y programas de televisión argumentando a favor de su actitud, no me avisen.