JUAN MARÍA SEGURA

Bocanada

Por Juan María Segura


Aterrizado de un interminable vuelo de 19 horas de duración, y ya acomodado a mi huso horario habitual, finalmente tengo la oportunidad de reflexionar sobre lo vivido en el WISE (World Innovation Summit for Education), tal vez la reunión de innovación educativa más relevante del mundo, celebrada anualmente por la Qatar Foundation en Doha.

Bajo el lema Innovation por Impact y ante la presencia de 1.500 funcionarios y educadores de más de 150 nacionalidades, tanto la Jequesa Mozah bint Nasser al-Missned como la mismísima Michelle Obama se ocuparon de establecer desde el inicio del Congreso un sentido de urgencia a la agenda educativa en el mundo.

Fueron 48 horas histéricas (en el buen sentido del término) de reuniones plenarias, paneles con debates de todos los tipos y colores, reuniones on-the-spot en los pasillos del imponente Centro de Convenciones con colegas de cualquier nacionalidad, presentaciones y cruces de tarjetas y libros, además del deleite de alguna comida típica. Pocas horas de sueños y miles de sueños para un mundo que, gracias a eventos de esta envergadura, va tomando conciencia que la educación es el mandato más acuciante de los líderes políticos, y que la innovación educativa debe convertirse pronto en la nueva religión de los profesionales de la educación.

No es sencillo ni conducente intentar hacer una síntesis precisa y justa de los temas cubiertos, así que no me embarcaré en esa empresa. La ambiciosa agenda, que puede ser consultada en www.wise-qatar.org, cubrió prácticamente todos los temas de todos los niveles educativos, así que invito a que se sumerja en ella.

Sin embargo, a mi entender, hubo tres claros mensajes y lineamientos, detrás de los cuales sería interesante que aunemos esfuerzos. El primero, la necesidad de imprimirle un mayor dinamismo a las implementaciones de estrategias y prácticas pedagógicas innovadoras. El pace of change, el ritmo de cambio, por el momento, no es consistente ni con el mundo de posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías de las información, ni con los datos duros de los sistemas educativos nacionales que muestran estancamiento e involución en muchos aspectos e indicadores relevantes.

El segundo mensaje giró alrededor de la necesidad de lograr impacto a partir de implementaciones de escala. En la tensión entre lo bueno o lo perfecto, se enfatizó en la necesidad de lograr diseños innovadores apenas nuevos o solo mejores que los existentes, pero que tengan la capacidad latente de desplegarse rápidamente entre todo un sistema educativo nacional o territorial. Solo de esta manera, se argumentó, se lograrán revertir situaciones de exclusión, baja calidad de los aprendizajes o falta de preparación para el mundo del trabajo del siglo XXI.

El último punto estuvo referido a la educación para la paz, con el matiz de la inclusión más activa de la mujer en el mundo de la educación secundaria y superior, argumento central del discurso de la primera dama norteamericana. Se mostrar0n videos y múltiples argumentos sobre las situaciones de guerra y violencia extrema en Siria, Kenia, Uganda, Guatemala, México, Salvador, Alemania o Pakistán, por mencionar algunos lugares. Se enfatizó en la necesidad de establecer un consenso mundial sobre la protección activa del derecho del niño/a a recibir educación, aún en aquellos territorios con conflictos armados. Como una suerte de nuevo pacto. En definitiva, se argumentó, es dificultoso lograr la paz en el mundo si los adultos y ciudadanos del mañana transitan una vida de niñez en donde la violencia esté naturalizada y la educación no ocupe un lugar primario.

El encuentro fue, desde todo punto de vista, una bocanada de aire fresco, una verdadera travesía compartida con colegas, a la vez de que fue la confirmación de un mandato que siento como educador de estos tiempos, parado en el medio de los problemas que ya conocemos y con la certeza de que más de lo mism0 no nos conducirá a ningún lado.

Gracias, equipo de WISE, por agitar una bandera tan alta, por elevar tanto la voz, por apelar a lo más íntimo de nuestro deber y vocación. Solo nos queda hacer, innovar, asociarnos y correr el riesgo. No hay otra agenda posible.