JUAN MARÍA SEGURA

Entre la coyuntura y la época

Por Juan María Segura


Transitamos un momento educativo extraño en el país. Mientras continúan publicándose los tan esperados (y negativos…) resultados del Operativo Aprender del 2016, con niveles de apertura que ya permiten discutir con más datos (¿¡por qué en CABA respondieron tan pocos alumnos!?) y trabajar a nivel escuela, y con nuevos ministros educativos en los 2 sillones más importantes del país (Nación y Provincia de Buenos Aires), da la sensación de que se ingresó en un período de hibernación. Entre las elecciones de medio término que todo lo han invadido, el gradualismo que de pronto convirtió a muchos en micro economistas y el gran recreo que supondrán las vacaciones de verano, todo hace pensar que recién volveremos a hablar de educación (en una forma sobreactuada e infantil, por supuesto) en marzo del año próximo, cuando veamos que algunas provincias no inician las clases, y que no mucho no se ha hecho para que los chicos aprendan mejor o diferente. Si nada ‘anormal’ ocurren en noviembre, ¡ya les deseo una feliz navidad to all and all!

Es extraño que el debate y la práctica educativa pierda estado deliberativo justo cuando más necesita de nuevas ideas y alianzas, y precisamente cuando tenía la oportunidad de discutir con datos un poco más actualizados, multidimensionales y desagregados. Justo en este momento, decidimos postergar la discusión hasta nuevo aviso. Justo cuando estábamos atentos a las discusiones y avances del Plan Maestro, de la nueva secundaria, del INFoD, de las Escuelas del Futuro, se ingresa en una especie de período sabático. Justo cuando más crítico se vuelve empalmar un diálogo educativo entre la coyuntura y la época, salimos a tocar timbres. Me vuelvo loco, pero ahí vamos, y así estamos.

Empalmar la coyuntura y la época es el desafío medular que posee la dirigencia política en lo que respecta a la educación. Los ministros de educación y sus equipos por un lado, y los legisladores por el otro, son los responsables principales de armar ese ensamble y entretejido que permitirá trazar la hoja de ruta que conecte al sistema que actualmente poseemos con los aprendizajes que necesitamos. Esa arquitectura audaz y tarea tan ardua como apolítica, discutida en espacios colegiados y consorciados de gobierno, es un mandato tan indelegable (ellos o nadie) como impostergable (ahora o nunca). La coyuntura apremia, la época convoca.

¿A qué llamo coyuntura? A las escuelas, instituciones, leyes, actores y prácticas que poseemos fruto de convenciones y acuerdos pasados. Al pizarrón y la tiza, al guardapolvo, al timbre, al izado de la bandera y el himno, a la formación en fila, mezcla de militarismo y Fordismo industrial. También la coyuntura es la tarea en el hogar, el aprendizaje de memoria, las lecciones orales repitiendo como loros, las pruebas de muchas y muchas materias diferentes aprendidas por separado. La coyuntura es aprender solo en la casa, y hacer silencio en clase cuando habla la maestra. Es una red de escuelas desiguales, algunas nuevas, otras reparadas, muchas rotas. Es el vaso de leche, la esperanza, y la conexión con el pasado y con nuestra historia personal y comunitaria. También es la nostalgia, ese poderoso sentir que desvía nuestro juicio y adormece muchas de nuestras buenas y nuevas ideas. La coyuntura es, en síntesis, el territorio que conocemos y reconocemos, y que nos trajo hasta aquí. Pero también es el sistema que está hiriendo las posibilidades de nuestros niños y jóvenes. A los resultados de Aprender me remito.

Si lo anterior es la coyuntura, ¿qué es la época, entonces? Internet (1992), Amazon (1994) y Google (1998). La hiperconectividad y el aprendizaje ubicuo. La época es Wikipedia (2001), Skype (2003) y Spotify (2006). La época es la Khan Academy (2007), Julio Profe (2010), Educatina (2010) y el movimiento de las MOOCs (2o11). También es época el IPhone (2007), Airbnb (2008) y Uber (2009). La época produjo un nuevo lenguaje, el del chat y de internet, gracias a Facebook (2004), Twitter (2006), Instagram (2010), WhatsApp (2010) y Snapchat (2011). La época son los autos eléctricos de Tesla (2003), la criptomoneda Bitcoin (2009) y la nube. La época es la primavera árabe (2010) y el Brexit (2016). Finalmente, la época son el programa One Laptop per Child (2005), el Kindle (2007), las universidades Singularity (2008) y Minerva (2012), los 4 mil millones de internautas, los 350 millones de alumnos que hacen homeschooling cada año en los Estados Unidos, las empresas B y los ciudadanos digitales de Estonia. La época son las 500 horas de video que cada h0ra se suben a Youtube (2005), los youtubers, los programadores de menos de 20 años que aprendieron de tutoriales, los autos auto-comandados y el aprendizaje de por vida. 

Tener un ojo en la coyuntura y otro en la época es hacer el titánico esfuerzo de conectar ambos mundos y realidades a través de una forma colegiada, concertada, responsable y decidida de hacer política de alto vuelo y calibre. Es titánico por la complejidad que supone el debate y ejercicio de hermanar esta forma (ya deficiente y desactualizada) de hacer política educativa con el desafío de pensar un sistema que prepare para el mundo de la robótica, el internet de las cosas, las energías limpias y la cuarta revolución industrial.

Por eso me vuelvo loco cuando desensillamos de esta tarea estratégica, compleja e impostergable, para ponernos la Uniqlo y salir a tocar timbres. Me recuerda a mi infancia, cuando salíamos con los amigos del barrio a hacer ring-raje y otras travesuras. Es una asociación espontánea, pero que conecta de una manera natural pasado y presente a través de la inmadurez.