JUAN MARÍA SEGURA

Estelas de un debate impostergable

Por Juan María Segura


El año 2016 se inició con un cambio de ciclo político en el país que generó expectativas. La renovación de actores y protagonistas resultante del proceso electoral del año anterior, acompañada por el natural cambio en el rumbo de algunas políticas de Estado, abrió un nuevo espacio de diálogo y diagnóstico, y de acción. El diseño de instrumentos de gobierno para abordar las grandes oportunidades que aún nuestra joven democracia no ha logrado capitalizar significa tanto un mandato de la nueva administración como un desafío cultural de toda la sociedad.

A su vez, el cambio político local se inscribió en un contexto macro económico, tecnológico y social de escala planetaria. La cuarta revolución industrial, iniciada a partir de la creación de internet y del desarrollo de una cultura digital, desafía creencias, acuerdos e instituciones de largo arraigo en casi todos los campos e industrias. Nuevos lenguajes, tecnologías, formas colectivas de creación de conocimiento, mecanismos de producción colaborativa y evidencias científicas ponen en una encrucijada y en jaque a toda la clase dirigente de una Nación. Nuevos acuerdos, liderazgos y miradas innovadoras son requeridos.

En este contexto de cambio local y global, la educación emerge como el territorio de práctica más relevantes y estratégico para un país. La educación, como función de competitividad, progreso y desarrollo económico y social de una Nación, jamás en la historia estuvo tan demanda de prácticas e instituciones renovadas, y tan necesitada de miradas audaces y de implementaciones de impacto y con potencial de escalabilidad.

Es por ello que, animados por la buena repercusión lograda durante 2015 para discutir la misma problemática aunque en otro contexto político, recientemente celebramos un nuevo espacio multidisciplinario de debate y reflexión, con los objetivos de: 1. debatir evidencias, tanto del sistema educativo como del sistema productivo, que permitan clarificar sobre la coordinación necesaria requerida entre educación formal y productividad, 2. integrar miradas sobre la misma problemática de diferentes actores y agentes relevantes, ya sean del sector público, privado, social, sindical, científico, cultural, deportivo, artístico o religioso, y 3. proponer soluciones, transformaciones, refundaciones, esbozando agendas de trabajo multisectoriales, realizables, medibles y auditables por la sociedad en su conjunto.

Con +1.000 inscriptos, +20 oradores de gran calibre y prestigio, y enmarcados entre las palabras de apertura del Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y el discurso de clausura del Ministro de Educación y Deportes de la Nación, nuevamente dimos vida a un debate impostergable: el que nos lleve a rearmar un sistema de instituciones de enseñanza que prepare adecuadamente a niños y jóvenes para la vida adulta en comunidad.

Tuve la oportunidad de abrir el Congreso, y no dejé pasar la oportunidad de transmitirle a la audiencia solo 2 conceptos: urgencia y escala. Por un lado, urge que experimentemos formatos alternativos de enseñanza-aprendizaje, pues el actual, así administrado, afianza la pobreza y reproduce graduados sin competencias para el siglo XXI. Por otro lado, debemos encontrar formatos que puedan replicarse a escala, pues es necesario alcanzar a millones de niños y niñas, no solo en la Argentina sino en todo el continente.

Es cierto que un Congreso no cambia una realidad, pero puede alentar la acción de otros, y estos a su vez pueden involucrar a otros más. Si estamos de acuerdo con que el tema amerita que nos comprometamos, entonces confío en que el Congreso ha hecho un buen aporte.