JUAN MARÍA SEGURA

IDEAs para la educación

Por Juan María Segura


Con medido optimismo veo que uno de los paneles del 52° Coloquio de IDEA estará dedicado al tema de educación. Siempre critiqué que un tema de tanta trascendencia no fuese abordado estructuralmente en un foro tan relevante, que siempre despierta tanta atención. Por lo tanto, me toca no solo esperanzarme, de la misma manera que lo hice durante la campaña presidencial del 2015, sino también realizar mi pequeño aporte. Vayan aquí unas ideas y reflexiones que espero alienten y estimulen un debate más dirigido, y animen una acción dirigencial en una dirección más clara y realizable.

Para establecer el marco del debate, sugiero que tanto los oradores (Bullrich, Gvirtz y Bilinkis) como la moderadora (Vázquez) eviten referirse al diagnóstico de la situación educativa en el país. Es por todos sabido que los chicos estudian poco y aprenden mal, que las escuelas obran más como contenedores sociales que como casas del saber o del saber hacer, y que dichos problemas son trasladados a la universidad, y luego al mundo del trabajo. Fin. Casi todos los indicadores y mediciones locales y externas así lo indican, así que no gastaría tiempo en ello. También sugiero que no gasten energía en encontrar a los culpables del fracaso, la decadencia o la estafa. Como comunidad y como clase dirigente, todos somos responsables, así que nadie está en condiciones de tirar la primera piedra, por más atractiva y tentadora que suene la idea. Finalmente, también propongo que no traigan al debate modelos o recetas extranjeras plug-and-play and ready-to-use. Es inconveniente analizar las referencias externas, sean de Israel, Singapur, Chile o Estados Unidos, fuera de los contextos históricos, culturales e ideológicos que las concibieron. Por lo tanto, recomiendo apartarse de la idea de colgarse del nuevo dogma. Algunos dirigentes e intelectuales son propensos a envolverse con las banderas de algunos modelos de moda, sin comprometerse con su implementación.

Establecido el marco, sugiero focalizar en debate en los siguientes ejes:

1. Horizonte temporal: creo importante prensar en acciones concretas para un horizonte de, digamos, 36 meses. El actual gobierno nacional, con Bullrich a la cabeza de la cartera de educación, ya ha mostrado habilidad para trabajar en forma concertada (como lo indica la ley) con los 24 ministros de educación provinciales. Ese buen clima de trabajo y colaboración logrado genera una gran oportunidad para proponer y propiciar acciones para un horizonte temporal de hasta 3 años (de mínima, por el calendario electoral), horizonte nada desdeñable en educación.

2. Metas y logros: es fundamental que, establecido el horizonte, las carteras de educación de cada jurisdicción fijen metas de logros en los aprendizajes para cada ciclo educativo de una manera progresiva. No alcanza con que los chicos no estén en la calle, ¡deben aprender! Para ello es importante que los operativos nacionales de evaluación de los aprendizajes apuntalen metas claras y progresivas, y que los resultados relevados se constituyan en un insumo útil para mejorar las intervenciones que favorezcan esos aprendizajes.

3. Innovación: es conveniente bajar un poco más a tierra y al plano práctico lo que entendemos por innovación. La discusión genérica de que necesitamos innovar ya se agotó. Ahora toca decir cómo y dónde lo haremos. Por lo tanto, sugiero abrir este eje de debate en cuatro categorías: i) innovación institucional (diseño de escuelas), ii) innovación pedagógica (práctica de aula), iii) innovación curricular (contenido), y iv) innovación en el diseño de políticas públicas educativas (normativa). Cada categoría es un mundo en sí mismo, y actualmente existen decenas de casos reales que permiten hacer notar que esta categorización es útil. Aterrizar la discusión de la innovación educativa facilita enfocar la audacia hacia una propuesta en particular, sin descuidar aspectos que se deseen mantener estables.

4. Ciencia del aprendizaje: que la década del 90’ haya sido señalada en Estados Unidos como la década del cerebro debería ser un dato relevante para este debate. Hoy sabemos mejor que nunca cómo aprende el cerebro, y es por ello que la teoría del aprendizaje se sido reformulada en los últimos años. Este saber aún no está disponible para el sistema, pues nuestros docentes siguen aprendiendo, en el mejor de los casos, como si el mundo solo se hubiese tecnificado un poco. Urge que generemos las acciones necesarias para proveernos pronto de docentes expertos en la ciencia del aprendizaje, enseñen lo que enseñen. 

5. Nueva cultura: como dijo el politólogo Samuel Huntington alguna vez, la cultura importa. Es una misión imposible pensar en un sistema educativo virtuoso en aprendizajes y prácticas, alojado dentro de una sociedad enviciada, corrupta e hipócrita. Esta reflexión, que la comparto con dolor y vergüenza, es el desafío más grande que tenemos como sociedad. Y, si bien es responsabilidad de todos, lo es principalmente de los líderes empresarios, políticos y directivos. Transformar la realidad educativa, en buena medida, significa volver a amigarnos con la cultura del trabajo bien hecho, del esfuerzo sostenido, del proceder ético y estético, del competir con uno mismo para superar las propias limitaciones y tibiezas, y del colaborar con el otro para crear una sociedad más justa y próspera.

Conozco personalmente a Esteban, Silvina, Santiago y Luciana, y sé de sus virtudes e intenciones. ¡Qué gran oportunidad tienen para comprometer a todos los asistentes con esta nueva Argentina! Espero estas ideas y reflexiones iluminen en algo sus palabras y participación. Los estaré acompañando con buenas vibraciones.