JUAN MARÍA SEGURA

Nuevo índice, misma radiografía

Por Juan María Segura


Por alguna extraña razón, su publicación había pasado desapercibida en nuestro país. Tal vez por la metodología utilizada, o por los países comparados, o bien por ser The Economist un espacio orientado más hacia temáticas económicas que educativas. Lo cierto es que la publicación del Índice Mundial de Educación para el Futuro (Worldwide Educating for the Future Index) no había logrado cautivar la atención de expertos, diseñadores de políticas educativas, ni de la opinión pública en general. Por ello decidimos ir a las fuentes y convocamos a Marcio Zanetti, director the The Economist Intelligence Unit para Brasil, a que comparta una conversación sobre el tema durante la cuarta edición del Congreso de Educación y Desarrollo Económico.

El Congreso de referencia aborda el tema del descalce de competencias (o skill gap, como se lo suele conocer), de una forma multidisciplinaria. Coordinar el trabajo entre instituciones educativas y organizaciones productivas es una tarea compleja y dinámica, que demanda la concurrencia de miradas y opiniones de diversos actores: educadores, por supuesto, pero también empresarios, científicos, emprendedores, diseñadores de políticas públicas, administradores del Estado, referentes de la cultura, hombres y mujeres de los medios, del deporte y de tantas áreas o industrias como se pueda imaginar. ¿Acaso alguien encontraría una justificación sólida para excluir de este debate a un líder del sector social? ¿Y a un médico experto en nutrición infantil? Note como enseguida aparece la figura del Abel Albino, el trabajo de la Fundación CONIN, y la obvia conexión entre nutrición y educación, y entre esta y el trabajo en una organización, cualquiera sea su naturaleza.

Es así como el Congreso se ha convertido en un ámbito más que propicio para convocar a líderes de actividades diversas, reuniéndolos alrededor de la necesidad de mejorar la coordinación o el diálogo entre la educación y el trabajo en organizaciones. En este formato temático y metodológico, hay espacio para que las voces de muchos “ausentes” se sumen al debate, ayudando a convertir una discusión cerrada y eminentemente pedagógico-curricular, en un gran debate nacional, alimentado por la mirada de agentes de diferentes orientaciones y actividades. El Congreso ya se ha enriquecido con las miradas de Tomás Abraham (filósofo y ensayista), Alberto Manguel (director de la Biblioteca Nacional), Juan José Campanella (productor cinematográfico), Rodolfo D’Onofrio (presidente del Club Atlético River Plate) y Santiago Bilinkis (emprendedor tecnológico), que se sumaron a las voces de decenas de ministros, educadores y empresarios. Es un formato que inicialmente despertó dudas, pero que año tras año va confirmando su valía, animando a otros a hacer lo propio. Adecuadamente integradas las miradas, es un debate imprescindible, un encuentro novedoso. Es en este contexto que se decidió convocar a Zanetti y The Economist, para profundizar sobre el trabajo realizado y sus implicancias para nuestro país o la región.

El Índice Mundial de Educación para el Futuro de The Economist Intelligence Unit es un trabajo de recopilación de información de 35 países y sistemas, enriquecido con entrevistas en profundidad realizadas a 17 personalidades conocedoras de los mismos. A diferencia de los operativos internacionales (PISA, TIMSS, PIRLS), regionales (PERCE, TERCE) y nacionales (Aprender, Enseñar), enfocados en medir aprendizajes en áreas y ciclos específicos, el trabajo de The Economist intenta hacer comparativos los ambientes normativos y de relaciones de actores responsables de los sistemas de enseñanza. Su pretensión es idéntica a la de OECD: identificar un predictor de desenvolvimiento en el mundo del trabajo que permita señalar comparativamente cómo está trabajando cada país. En PISA, el predictor son los resultados de los exámenes que se toman a chicos de 15 años, mientras que en The Economist el predictor es la resultante de un conjunto de normativas y mediciones que afectan el proceso de enseñanza de estudiantes de entre 15 y 24 años de edad. Misma pretensión, diferentes instrumentos y metodologías.

En la elaboración del Índice se tuvieron en cuenta 12 indicadores del ambiente de enseñanza (representan un 50% del valor del índice de cada país), 12 indicadores del ambiente normativo y legal (con un peso del 30%) y 8 indicadores del ambiente socio-económico (ponderando un 20% en el valor final).

El detalle del trabajo y sus conclusiones se pueden consultar descargando el Índice directamente de la web, así que no seré repetitivo. Solo desearía hacer hincapié en 3 aspectos puntuales.

En primer lugar, es notable de qué manera la radiografía nos vuelve a mostrar lo mismo que nos dejaron las mediciones anteriores, a pesar de utilizar otra metodología y grupo de indicadores. Entre los países mejor ubicados aparecen nombres repetidos, como Finlandia (3), Singapur (5), Canadá (2) y Nueva Zelanda (1), aunque justificados desde otro lugar. También aparecen países de la región, separados como suponemos que están: Chile (15) por un lado, dentro de los ambientes generales que se consideran buenos, y los demás (Argentina -20-, México -21- y Brasil -22-) mostrando menores méritos e incluidos en los ambientes generales considerados solo moderados. Un Índice nuevo, que nos lleva a una radiografía reconocible.

En segundo lugar, el tema del salario del docente. En un gráfico sumamente ilustrativo del informe, se puede analizar en forma comparativa el poder de compra de los salarios de los docentes de la escuela secundaria. Argentina (28) se ubica en una posición desventajosa, y eso podría parecer intuitivamente correcto. Sin embargo, resulta que los sistemas que mejor miden en el Índice general no son los que mayor poder de compra ofrecen a sus docentes: Finlandia (13), Singapur (16), Canadá (17) y Nueva Zelanda (19). Es más, Alemania (1), el que mejor paga a sus docentes, apenas aparece 10 en el Índice general, mientras que Turquía (6), entre los que mayor esfuerzo presupuestario realiza con sus docentes, aparece 24 en el Índice general, por debajo de todos los países de la región. Ojo con creer que pagando y gastando mucho, los problemas de aprendizaje mejorarán por arte de magia. Preparar un sistema para que forme y eduque adecuadamente para el futuro es una tarea mucho más compleja y multicausal.

Finalmente, me quedo con la preocupación de Marcio respecto del bajo prestigio social de la tarea del docente en los países de la región. Una mirada social que limita la concurrencia de profesionales idóneos al terreno de la práctica educativa, menoscaba el buen trabajo realizado por muchos en condiciones laborales y salariales subóptimas, y crea un estereotipo cultural del cual resulta complejo escapar. Es interesante analizar dónde y en qué momento se crea esta imagen social y cultural del docente, que al menos en nuestro país tuvo momentos en el pasado en donde se apreciaba mucho su práctica y vocación. Analizar el origen de este derrotero no tiene que ver tanto con una construcción histórica, sino más bien con poner en cabeza de quienes han provocado este derrotero, la tarea imprescindible de rehacer una trayectoria de práctica distintiva y que nos llene de orgullo.

El Índice Mundial de Educación para el Futuro de The Economist Intelligence Unit arroja nuevas pistas para un debate impostergable en Argentina y en la región. Es necesario desglosarlo, comprenderlo, no sentirse ofendido ni desprestigiado, y utilizarlo para la acción colectiva. Solo si los directivos de los países obran de esta manera, lograrán que sus sistemas educativos se apelotonen en el tope de todos los rankings e índices, garantizando a niños y jóvenes aprendizajes de calidad y un futuro promisorio.