JUAN MARÍA SEGURA

Perú, bien encaminado en educación

Por Juan María Segura


Reformar un sistema educativo es una tarea compleja, lo sé, pero posible. Una parte importante de la historia argentina está asociada a importantes procesos o hitos reformistas, por ejemplo, la ley 142o del año 1884 o la reforma universitaria resultante de los acontecimientos de 1918. Como Argentina lo hizo en el pasado, muchos países en el mundo más recientemente han reformado sus sistemas educativos, con buenos resultados, y otros lo están intentando, con justificada esperanza. Ese sentimiento me traje de regreso de Perú, a donde participé días pasados en un importante evento. Viajé con la esperanza de encontrar gente interesante e interesada, y en cambio me encontré con un movimiento multiactores y el borrador de una importante agenda de reforma.

Si uno mira los resultados de aprendizaje del sistema escolar peruano, reflejados en los rankings comparativos internacionales, comprobará que no destaca ni en PISA (OECD) ni en los operativos regionales de medición (UNESCO). Eso dicen las fotografías. Sin embargo, cuando uno mira la película, resulta que Perú es el único país de la región que en PISA ha mejorado sistemáticamente desde la primera medición del año 2000, y que es uno de los sistemas que mayor salto mostró en las aprendizajes entre el operativo SERCE del 2006 y el TERCE del 2013.

En este contexto y frente a una atenta audiencia, a mi me tocaba exponer sobre el sistema de educación superior, guiado por la idea de intentar poner a las universidades al servicio de los estudiantes y del país. El recorrido que propuse fue relativamente lineal. Primero establecí un marco de la época, haciendo hincapié en la democratización de la información, en la redistribución de poder en un mundo en red y en la emergencia de la inteligencia artificial y de la robótica en nuestras vidas.

Establecido el terreno, dediqué unos minutos para hablar de los estudiantes actuales y de algunas de sus características más destacables, como son su pragmatismo, su capacidad para el autoaprendizaje, su valoración de la libertad y su naturalidad para integrar la tecnología en sus hábitos y prácticas cotidianas.

Luego abordé con un tono muy crítico el tema del Estado, alertando sobre dos tendencias muy peligrosas para el sistema educativo: políticas públicas cada vez más caras e ineficientes para resolver problemas agregados de aprendizajes, y la tendencia a sobreregular, suponiendo que ello orienta y facilita, pero obrando en la práctica de la manera contraria. Esto lo planteé no solo para demostrar a los presentes que lo que pasaba en su gobierno era un denominador común en la región, sino también para hacerles notar que esas eran las condiciones desde las que debían tomar la decisión de reformar, que la situación ideal, perfecta, no llegaba nunca, y que por lo tanto uno no debía cruzarse de brazos hasta esperar mejores condiciones, sino que debía comenzar ya, hoy, con lo que hay.

Luego, abordé el tema específico de la educación superior, tocando temas de aprendizaje de por vida, de ofertas más fraccionadas, y de la necesidad de reorientar el sistema universitario hacia la resolución de problemas que los Estados acarrean como una pesada deuda desde hace décadas.

Al finalizar, invité a los asistentes a reflexionar sobre la necesidad de crear alianzas amplias y generosas, de diseñar procesos transparentes y adecuadamente liderados, y de valerse de ideas originales que abracen la época. Había viajado dispuesto a decir las cosas de frente, sin pelos en la lengua, y así lo hice. Les dije que estábamos fracasando como generación, que los jóvenes veían en los adultos actitudes recurrentemente patéticas e inconducentes, y que no estaba claro si discutíamos de una forma honesta o deshonesta. ¿Carecemos de ideas y modelos, o de moral y principios? Es una provocación que vale la pena hacer, pues no está clara la respuesta. Pero no sabía bien cómo se iba a tomar la audiencia este abordaje e interpelación.

Para mi sorpresa, en el panel siguiente a mi ponencia, se oficializó la iniciativa de los organizadores de proponer un borrador de proyecto de reforma del sistema educativo, para hacer llegar a autoridades del Ministerio de Educación y ofrecer colaboración en su instrumentación. El borrador capturaría gran parte de los temas discutidos durante los dos días de trabajo, agrupados naturalmente en ejes o temáticas prioritarias: crear un nuevo modelo de gobernanza estatal que atenúe el excesivo centralismo del sistema, apuntalar la mejora de la gestión escolar, con mayor autonomía, crear y nutrir verdaderas comunidades de aprendizaje, pensar un sistema universitario al servicio de los nuevos alumnos, y alcanzar un pacto nacional por la educación que comprometa a todos los actores.

Por supuesto que esta iniciativa no se creó en respuesta a mis planteos, pero sin dudas está sumamente en sintonía con el cierre de mi participación, en donde alentaba a crear alianzas y diseñar procesos. De hecho, durante gran parte de la jornada de trabajo estuvieron presentes autoridades de la cartera de educativa del gobierno, escuchando, participando en el escenario, moderando debates o simplemente dialogando con la gente entre charla y charla. Algo bastante inusual en nuestro país, en donde a duras penas logramos que las autoridades educativas de gobierno vengan a compartir con los asistentes sus visiones (¿?) en el tiempo asignado en los programas de los eventos, luego de lo cual se retiran raudamente rodeados de asistentes personales y equipos de protocolo y ceremonial. En este caso, me tocó estar sentado en primera fila al lado del Ministro de Educación de Perú, Daniel Alfaro, mientras los oradores se sucedían en el escenario, hablando sin miramientos sobre el sistema, criticando cuando lo creían necesario y animando un accionar colectivo más enérgico y enfocado en los aprendices. El Ministro siguió con atención cada participación, y a su turno contó en detalle el plan educativo del país, mientras sostenía en la mano un gran nudo representando aquello que él mismo y todos los asistentes y oradores debía ayudar a desanudar. Una madurez de diálogo sorprendente y envidiable, sumando a un conocimiento de la normativa y de la problemática escolar que habla a las claras de que el sistema importa y el problema preocupa.

Viajé a Perú conociendo los datos del sistema, pero, ahora lo sé, careciendo de la perspectiva que me aportaron tantos insights, tanta energía, tanto respeto por los aportes de los otros. Si este país está en la antesala de una verdadera transformación del sistema educativo, o solo frente a un amague bien simulado, solo lo podremos saber con el tiempo. Y serán los ciudadanos de este país y los líderes interesados en modificar las dinámicas del sistema educativo, los que finalmente darán respuesta a ello. Sin embargo, me quedo con la sensación de que allí hay terreno fértil para hacer, para darle vida a una trayectoria novedosa que puede cambiar la vida de millones de peruanos.

¡Cómo me llena de ilusión ver tantas voluntades bien orientadas!