JUAN MARÍA SEGURA

¡Te lo dije!

Por Juan María Segura


‘Para entrar definitivamente en el siglo XXI, los dirigentes de la región deberán discutir, consensuar y poner en funcionamiento una agenda de trabajo que ubique a la cuestión de las TICs en el lugar de relevancia que las mismas tienen en los países más desarrollados. Sin ánimo de descuidar las necesidades de corto plazo, que son muchas y complejas, tanto gobernantes como directivos del sector privado deberán aumentar la prestación de recursos, tiempo y pensamiento estratégico hacia el fomento del desarrollo y la incorporación de las TIC a un nuevo modelo de país, más acorde con las posibilidades de esta época de la historia’. Eso escribí… en 2006. ¿Qué pasó desde entonces? Poco, por eso la pandemia nos agarró mayoritariamente desprevenidos.

‘La esencia de la revolución de la interconectividad, el verdadero shock, es la transferencia o redistribución de poder originada por la posibilidad de acceder sin restricciones y en tiempo real a cantidades ilimitadas de información. Y esto se da en todos los órdenes, no sólo entre directivos y empleados: la transferencia ocurre desde los gobernantes hacia los ciudadanos, desde los profesores hacia los alumnos, desde los productores hacia los consumidores, desde los redactores hacia los lectores, desde los médicos hacia los pacientes, y la lista continúa. Esta transferencia de poder tiene un correlato no tanto con la indisciplina o la anomia, sino más bien con las posibilidades de expansión de la creatividad’. Esto escribí… en 2010. ¿Y cuánto creamos colectivamente desde entonces? Poco, por eso el covid19 nos encontró sin herramientas.

‘Las organizaciones requieren hackers éticos, gestores de conversaciones, gerentes de felicidad, community managers y muchas otras competencias y conjunto de capacidades nuevas, raras pero relevantes. ¿Está el sistema educativo desarrollando los planes y trayectos educativos necesarios para proveerlas? ¿Están los responsables de la educación haciendo los cambios y esfuerzos necesarios para actualizar sus organizaciones y así sostener el rol de proveedores estratégicos de las organizaciones productivas del nuevo mundo?’. Esto escribí… en 2015. ¿Estaban haciendo lo que aquí pregunto? Aparentemente no, y por eso en tiempos de cuarentena todos corren raudos al calor (ficticio) del papá Estado, sea para buscar empleo, crédito, cariño o compasión.

‘Es cierto que los chicos deben graduar doctos (dominadores de un saber particular gracias a su estudio), pero casi más importante es que sean virtuosos, aún al costo de sacrificar ciertos saberes. Si nos ponemos de acuerdo como sociedad en este punto, entonces habremos dado un gran paso. Es muy complicado poner de acuerdo a toda la clase política respecto de tal o cual reforma educativa, y luego reorganizar docentes, gremios, escuelas, manuales, NAPs, etc. Por el contrario, no debería ser tan complicado que como sociedad acordemos 2 o 3 virtudes con las que querríamos comprometernos en la educación de nuestros hijos. Se lo dejo como tarea para el hogar, pruebe llevando este planteo a la sobremesa de su hogar, y luego nos cuenta’. Más resignado, esto escribí… en 2018. ¿Alguien habrá tomado este guante? Personalmente, no veo mucho virtuosismo aquí y allá en nuestras sociedades, a pesar del tremendo protagonismo que la pandemia le ha entregado al hogar.

‘Si bien se podría suponer que la cuarta revolución industrial es una sofisticación temática de los países ricos, o una problemática de las sociedades más tecnificadas, en la práctica es una realidad más cercana en todos los órdenes, y debería ser atendida de esa manera por el sistema educativo de todo el mundo. Nuestra región y nuestro país, por más lejos que se sientan de Davos, debe seguir con atención las recomendaciones o sugerencias emanadas de informes tan provocadores como el de las escuelas de futuro’. Finalmente, esto escribí… en enero de 2020, antes del colapso. Semanas después, sorprendidos, comenzamos a vivir una nueva fase de la historia.

No ofrezco esta breve, brevísima reconstrucción de algunos de mis escritos (escribí +300 columnas de opinión y 7 libros en los últimos 10 años) para regodearme, sino más bien para darme cuenta de cuánto fallé. Lo mal que trasmití evidencias tan obvias de una época desafiante pero muy fácil de interpretar, lo poco que logré persuadir a decisores de todo tipo de organizaciones de que el mundo estaba virando sobre sus pies, lo débiles que resultaron mis argumentos para orientar procesos de cambio y transformación. Intenté todos estos años ser agente de cambio, un provocador para la transformación, un fiel abanderado de la causa de la época, enfrentando sin temor a corporaciones, templarios y defensores de la nostalgia. Visto en retrospectiva, no lo logré, al menos en la escala pretendida, pues la pandemia nos cogió muy mal preparados a todos, comandando organizaciones anticuadas, con procesos atados con alambre, diseños disfuncionales y resultados agregados subóptimos, en el mejor de los casos.

Es cierto que lo dije de una y mil maneras, a través de columnas en diarios y portales, entrevistas en radios y medios digitales, participaciones en congresos y programas de tv, libros, reuniones pequeñas y multitudinarias: vamos hacia ambientes de saturación digital, hacia organizaciones más planas, hacia aprendizajes más distribuidos, hacia aprendices más autónomos, hacia nuevos modelos de negocios, hacia formas más atomizadas de poder, hacia una rejerarquización de la comunidad y de la proximidad por sobre la idea de la Nación y del supra territorio, hacia menos intermediación y más libertad, hacia una nueva idea política de la democracia. Lo dije de una y mil maneras, pero no logré ayudar a prepararnos para esta situación.

Pero como buen taurino, terco y metódico, voy a insistir: transformación digital es el nombre del juego, de tu organización, de tu proceso, de tu hogar, de tu fabriquita, de tu maxikiosco, de tu escuela, de tu clase, de tu consorcio, de tu rol como dirigente de…. La transformación digital es una actitud más que un diseño. O, mejor dicho, es primero una actitud, que luego toma la forma de un diseño, de un lenguaje, de un plan de adecuación, de un nuevo portafolio de entregables. 

Te lo dije antes de mil maneras, y te lo digo ahora de una forma sencilla: la organización (sea una iglesia, una escuela, un salón de belleza o una multinacional) no es tu tanto su portafolio, sino la cultura de su equipo de trabajo. Si finalmente lo entendiste, ¿harás algo esta vez?