JUAN MARÍA SEGURA

¿Por qué hablar de educación ahora?

Por Juan María Segura

(extracto del libro "Yo qué sé (#YQS), la educación Argentina en la encrucijada")


Un tsunami es un evento que, como resultado de un desplazamiento vertical de una gran masa de agua (en general, producido por terremotos submarinos), produce olas de gran energía y tamaño variable, muy superior a las producidas normalmente por el viento. Estas olas viajan a través de la superficie y, dependiendo de diferentes factores, pueden tener un enorme potencial destructivo para las costas y zonas aledañas.

En diciembre del 2004 la humanidad fue testigo del peor desastre natural ocurrido en tiempos modernos, cuando un tsunami ocurrido en aguas del Océano Indico se llevó la vida de más de 230.000 personas.  En Chile en 2010 y luego en Japón en 2011 también se pudo percibir con tristeza e impotencia el poder destructivo de estos repentinos movimientos de tierra que lanzan olas hacia la costa, y ante los cuales solo es recomendable huir. Al retirarse el agua, en todos los casos, solo queda desolación y caos. Y luego, la reconstrucción.

Desde 2010 en educación comenzó a hablarse de tsunami educativo. Sin un alerta claro, aunque por acumulación de evidencias, comenzó a ganar adeptos la idea de un cambio inminente, con un potencial destructivo sin precedentes en la práctica de la disciplina frente a la cual solo quede reconstruir. Los actores del sistema, los padres, los alumnos, las instituciones, las autoridad públicas educativas, todos empezaron a percibir en su práctica cotidiana que lo que durante muchos años había resultado suelo firme, de pronto, dejaba de serlo. Y mientras su poder se les desgranaba por entre los dedos de la mano, se acercaron a las tiendas en busca de sismógrafos.

El 2006, el especialista en educación Sir Ken Robinson hizo su stand up en una conferencia global TED para sentenciar “…en los próximos 30 años, según la UNESCO, más personas, en el mundo, se van a graduar del sistema educativo que el total desde el principio de la historia… súbitamente, los títulos ya no valen nada… ahora los jóvenes con títulos muchas veces vuelven a sus casas para seguir jugando video juegos, porque necesitas una maestría para el trabajo que antes requería un bachillerato. Y ahora necesitas un doctorado para el otro. Es un proceso de inflación académica, que indica que toda la estructura de la educación se está moviendo bajo nuestros pies. Debemos cambiar radicalmente nuestra idea de la inteligencia… nuestra única esperanza para el futuro es adoptar una nueva concepción de la ecología humana, una en que reconstituyamos nuestro concepto de la riqueza de la capacidad humana. Nuestro sistema educativo ha explotado nuestras mentes como nosotros lo hacemos con la tierra: buscando un recurso en particular. Y para el futuro esto no nos va a servir. Debemos re-pensar los principios fundamentales bajo los que estamos educando a nuestros hijos…”. Esta conferencia fue vista por internet por más de 30.000.000 de personas, y sus ideas y anécdotas, entregadas en solo 19 minutos, quedaron resonando en nuestras cabezas . Debemos refundar la educación.

Al analizar los macro datos del sistema educativo vemos que, a pesar de que los gobiernos están destinando la mayor cantidad de recursos que jamás hayan gastado en educación en términos de porcentaje del producto bruto interno (más del 6% en la región, y más de 10% en algunos países de Europa y Asia), los grandes problemas educativos aún siguen sin revertirse: en América Latina el abandono escolar alcanza el 45%, y la tasa de graduación universitaria es apenas del 10% . Nunca la normativa fue más estricta, el corpus legislativo más denso, el sistema más flexible, el régimen disciplinario más laxo y las políticas públicas más generosas, a pesar de lo cual el sistema educativo aún no reverdece. ¿Será que hay que repensarlo? Tal vez el tsunami ya pasó por encima de nuestras cabezas, y solo estamos intentando agarrarnos de un poste para esperar que el agua escurra y así ver lo que quedó en pie.

Al hablar de este tema, siempre utilizo la cita de Alvin Toffler que decía que el analfabeto del siglo XX era el que no sabía leer ni escribir, pero que el del siglo XXI será el que no sepa aprender y desaprender. Esta referencia es potente pues pone sobre la mesa la verdadera problemática. Primero, debemos pensar un nuevo sistema que permita hacer más hincapié en los aprendizajes y menos en las enseñanzas y en la aprobación de exámenes estandarizados. Y segundo, que debemos pensar más en los individuos y menos en los cohortes educativos, al estilo planta industrial, por más difícil que ello resulte. Y el momento para hacerlo es ahora, pues las prácticas y mentes de los sujetos de aprendizaje interactúan cotidianamente con plataformas y formatos que reducen la oferta educativa a una experiencia estática y anticuada, sin valor, ni relevancia, ni funcionalidad, que en poco se parece al mundo en el que viven y vivirán. De aquel 45% de los chicos que abandonan la escuela a partir de los 13 o 14 años, un tercio lo hace pues la escuela “aburre”. ¿Cómo cree que evolucionará en los próximos años este índice bajo un mismo formato de instituciones educativas? Pienso igual que usted.

Para completar el cuadro, hago una pequeña referencia de los Cursos en Línea Masivos y Abiertos, más conocidos como MOOCs (por su nombre en inglés, Massive Open Online Courses). Se considera MOOC a un programa que tenga las siguientes características: 1. tener estructura de programa o curso orientado al aprendizaje, validado a través de pruebas o evaluaciones que acreditan el conocimiento adquirido, 2. tener carácter masivo, de alcance global, sin límite de cantidad de inscriptos, 3. ofrecerse en línea, en general a través de plataformas accesibles a través de internet, sin requisito de asistencia al aula, y 4. ser abierto, con materiales accesibles de forma gratuita en Internet.

Si bien la primera experiencia de MOOC y la acuñación del término se originaron en 2008, el primer gran MOOC se implementó recién en 2011 cuando dos profesores de la Universidad de Stanford, en los Estados Unidos, decidieron ofrecer a través de este formato su curso de inteligencia artificial, inscribiendo a 160.000 alumnos. La sorpresa fue tan grande que esta Universidad creó la primera institución netamente MOOC, Udacity. Viendo el éxito de este fenómeno, las Universidades de Yale, Michigan, Pensilvania y Princeton rápidamente crearon Coursera, mientras que las Universidad del MIT y Harvard se juntaron para constituir Edx. Se estima que durante el año 2012, solamente en Coursera se registraron un 1.800.000 alumnos, y que en total ya había una población de más de 7 millones de alumnos tomando cursos en línea a través de estas y otras empresas similares. Quien dice, tal vez las MOOC pueden ser una y solo una de las muchas olas lanzadas por el tsunami educativo del que todos hablan.

Todos estos datos, puestos arriba de una mesa, me hacen suponer que este es un buen momento para hablar de educación.