JUAN MARÍA SEGURA

Argentina mejoró… ¡y a nadie importa!

Por Juan María Segura

La recientemente publicada edición número 13 del Global Information Technology Report, índice del World Economic Forum que mide el grado de preparación de las naciones para aprovechar las nuevas tecnologías, vuelve a mostrar a la Argentina en una posición incómoda: 91 entre 143 países, cayendo más de 30 posiciones en comparación con la mejor ubicación alcanzada años atrás. A nivel regional, nuestro se ubica en la posición 13, muy lejos del séptimo puesto mostrado hace siete años, situando al país a la cabeza del grupo de peor rendimiento latinoamericano, que incluye entre otros a Venezuela (103), Paraguay (105), Guatemala (107), Bolivia (111) y Haití (137).

Para la elaboración del ranking se analizan 53 variables. Argentina posee 23 variables (43%), prácticamente la misma cantidad que en el informe anterior, midiendo por debajo del puesto 100, revelando situaciones alarmantes, como ser la presión fiscal (143, ¡la peor del mundo!), la efectividad del sistema legal (142) y de los cuerpos legislativos (134), la importancia otorgada por el gobierno a la cuestión de las tecnologías de la información y las comunicaciones TIC (139), la complejidad para iniciar un negocio (139) y la protección de los derechos de propiedad (139), entre otros. Todos estos indicadores, sin excepciones, continúan mostraron peores niveles en comparación con las mediciones anteriores.

El informe vuelve a mostrar una radiografía del país que, lamentablemente, coincide con el temario de cuestiones que ocupa a su clase dirigente, y que desvía atención y recursos hacia actividades y discusiones de escaso valor agregado para la sociedad. Al comparar la situación de Argentina con otras agendas y realidades, tanto en la región (Chile, en el puesto 38; Uruguay 46; Colombia 64; México 69) como en otras partes del mundo, es posible desnudar las oportunidades que el país desperdicia frente al fenómeno de las TIC.

Para beneficiarse de la potencialidad de estas tecnologías, indica el informe, los países deben crear un ecosistema productivo digital, desarrollando y entrelazando los sistemas educativo, de la salud, energético, del transporte y de los servicios públicos. Esta sugerencia y llamamiento, en vistas de los resultados recogidos por el informe, subsiste en la Argentina como una tarea pendiente, producto de un debate relegado o de una distracción crónica.

El mundo inició en los 90 una transformación sin precedente en la historia de la humanidad. Internet (1992), Google (1998), Wikipedia (2001) y las redes sociales (Facebook desde 2004) crearon una nueva plataforma productiva y de libre flujo de información de la que ya participan más de 3.000 millones de habitantes en todo el planeta. Esto obliga a directivos de todas las industrias y regiones del mundo a redefinir la utilidad de las instituciones y leyes formuladas bajo otro contexto de problemas y oportunidades.

En el nuevo escenario de la interconectividad, es útil preguntarse cuántas de las prácticas que se vienen realizando aún tienen valor, utilidad y funcionalidad, y cuántas deben ser modificadas, sin dogmatismos ni temores. Pero para realizar esa trascendental transformación es necesaria una disciplina de trabajo, de pensamiento y de ejecución sin la cual las cosas salen no como el resultado de algo deseado, buscado y trabajado, sino simplemente como producto del azar o del destino.

Personalmente sostenía la hipótesis de que el citado informe no ganaba visibilidad en Argentina debido a que la posición mostrada por Argentina caía año tras año. Sin embargo, me veo en la necesidad de reformular esta conjetura, siendo que la Argentina mejoró 9 posiciones en el ranking general y 3 en el regional en comparación con la edición del año anterior, y aun así a nadie llamó la atención. El tema no ocupó una línea en un diario, ni consumió un minuto de aire de ningún programa. Es más, no ha habido ni un solo político (¡todos están en campaña!) que haya salido siquiera a realizar un usufructo electoralista del tema, lo cual es todo un síntoma en sí mismo.

Alentar la expansión de estas tecnologías e integrarlas dentro de un modelo de país requiere, como el informe bien plantea, del trabajo coordinado y sostenido de los sectores público y privado, dentro de una visión consensuada de país de largo plazo.

Anido la esperanza de que esta publicación, más allá de la mala radiografía de la Argentina, permita a líderes y a directivos locales abandonar el conflicto, la mezquindad y la actitud irresponsable para comenzar a discutir y acordar las nuevas "Bases" en un modelo de país con menos cadena nacional y más justo, equitativo y próspero, en sintonía con las oportunidades que genera la nueva cultura digital y la sociedad del conocimiento y de la producción colaborativa.


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