JUAN MARÍA SEGURA

ChatGPT, solo la puntita

Por Juan María Segura


ChatGPT es un modelo de lenguaje de inteligencia artificial desarrollado por la empresa OpenAI (E. Musk -Tesla-, S. Altman -Y Combinator-, R. Hoffman -Linkedin-, P. Thiel -Paypal-, y otros) diseñado para entender el lenguaje humano y generar respuestas que parezcan naturales y coherentes. Como chatbot, está diseñado para interactuar con los usuarios y proporcionar respuestas útiles y precisas en forma instantánea. Lo verdaderamente disruptivo de ChatGPT es su usabilidad, lo sencillo que resulta utilizarlo (descargable como una simple App), combinado con la alta precisión y gran cantidad de tema de los que puede dar respuestas. Es por ello que esta herramienta alcanzó su primer millón de usuarios en tan solo 5 días (versus 75 días de Instagram, 10 meses de Facebook, 2 años de Twitter y 3,5 años de Netflix).

Claro que la herramienta tiene el potencial de ser revolucionaria para el mundo educativo. Es una suerte de combinación virtuosa, interactiva e inteligente de Wikipedia (+40 millones de definiciones), Youtube (+50 millones de canales) y todo tipo de contenido que esté suelto en la nube. Y todo accionable desde una pantalla que cualquiera puede tener en su bolsillo (el parque planetario de smartphones supera actualmente los 5,5 billones de unidades). Era el paso tecnológico obvio que iba a darse en una época de abundancias y exponencialidad. De hecho, la inversión privada en IA se multiplicó x30 en los últimos 8 años, superando los us$ 100 billones, justamente para poder lidiar con la ‘abundancia’, el exceso y el big data. El mundo al que da nacimiento internet en 1993 demanda otras herramientas, otros abordajes.

En esencia, no es ni un enemigo ni un aliado de los profesores y estudiantes, aunque tiene el potencial de ser ambas cosas si se utiliza mejor o peor. Los profesores pueden convertir la herramienta en enemiga si la niegan, rechazan o desacreditan, alentando un desuso que en la práctica nunca ocurrirá. Por su parte, los estudiantes también pueden convertirla en enemiga si la creen infalible y abrazan su contenido y sus respuestas con dogmatismo y sin capacidad crítica. Como en la mayoría de estas irrupciones, más allá de la ‘novedad’ y de las sobrerreacciones iniciales, la respuesta atinada de su adopción en el proceso de enseñanza-aprendizaje estará en el medio, matizando con otras herramientas y recursos pedagógicos, insertado todo dentro de un nuevo diseño de entorno de aprendizaje.

ChatGPT plantea varios desafíos para la educación en las escuelas. Por un lado, trae resueltas consignas de trabajo dentro del aula, y ello obliga a pensar nuevos roles y diseños. La escuela histórica, la que nace en 1884 en Argentina con la ley 1420 y es reafirmada con la ley de educación nacional 26.206, de 2006, una escuela contenidista y fraccionada en ‘silos curriculares’, ya no es ni necesaria, ni suficiente. 3 de las primeras 5 razones de acceso global a internet son para informarse, estar actualizados y aprender cómo hacer las cosas. El mundo ya busca masivamente informarse y aprender por fuera del proceso escolar, y ChatGPT nace para acentuar aún más esa tendencia. Es por ello que el docente como actor transmisor de contenidos está desafiado y debe revisar su rol, abordaje y utilidad para el proceso. Por otro lado, ChatGPT crea nuevos problemas, en particular referidos a la veracidad de su información. Por ejemplo, de mi persona indica que ‘…Juan María Segura ha recibido múltiples reconocimientos por su labor, incluyendo la Orden de la Educación Pública, otorgada por el Ministerio de Educación de Francia…’. Ello es falso, así que ¡ojo!

Esta tecnología se puede incorporar en las escuelas argentinas de muchas maneras. La obvia, la más inmediata, es utilizándola como una fuente adicional de información, cotejando la veracidad de sus definiciones con otras fuentes alternativas. ChatGPT aumenta la posibilidad de que pensemos en los alumnos escolares como curadores de contenido, como validadores de fuentes, como constructores de significado, y no solamente como ‘aprobadores de exámenes estandarizados basados en la memoria y en la repetición’. Cuando la ‘verdad’ estaba en un manual, aprender (o incorporar esas ‘verdades’) era un proceso más directo, llano, implementable, controlable y exigible. El docente era el templario de ese contenido y de esa ‘verdad’, y la escuela era el lugar sagrado y exclusivo en donde ese proceso de transmisión era posible. Pues ese mundo ya no existe, literalmente. El 92% de los argentinos acceden diariamente a internet y pasan, en promedio, 9,50 horas navegando, así que debemos revisar bien cómo diseñar la inclusivo de tecnologías como ChatGPT dentro de las escuelas si deseamos revitalizarlas y ponerlas al servicio de esta época.

ChatGPT puede colaborar a crear una nueva cultura del aprendizaje más centrada en la reflexión y en el abordaje transdisciplinar, pero no lo puede hacer por si solo. Y mucho menos aún si el resto del diseño del espacio escolar se mantiene igual. Es un error común pensar que la adopción de una herramienta o un proceso pueden cambiar radicalmente la naturaleza del funcionamiento de un diseño que lleva años operando de la misma manera. Crear una nueva cultura del aprendizaje es un desafío que debería alcanzar a diseñadores de políticas públicas, pedagogos, directores de escuelas, docentes y profesores, lideres sindicales y comunicadores, familias y aprendices. Si la escuela argentina fue disruptiva y valiosa para la sociedad en algún momento, lo fue porque todos los actores citados antes funcionaron coordinadamente, apuntalando la autoridad y valía de un diseño que la comunidad deseaba cuidar. 

El mayor reto del sistema educativo, el más estratégico, es cultural, es volver a ser reconocido por la ciudadanía como un diseño virtuoso, necesario, diría imprescindible para la sociedad. Que la escuela vuelva a generar confianza y adhesión, que el docente vuelva a generar respeto y admiración, que la universidad vuelva a ser una medida de excelencia y un modelo de exigencia. Se debe diseñar un nuevo sistema de instituciones, actores y prácticas al servicio de una nueva forma de aprender. La sociedad debe ser un agente clave en este proceso, reclamando sostenidamente una reforma en tal dirección. Y ChatGPT, que es solo la puntita del ovillo, más todo el herramental de IA que veremos nacer en los próximos años, poseen el potencial de serle útil a ese nuevo diseño escolar. Pero para ello debemos romper con la inercia de seguir repitiendo nostálgicamente que lo anterior era mejor y que lo nuevo ‘vemos…’.

Soy muy optimista con la etapa de transformación que estamos viviendo. Todos nos volveremos aprendices forzosamente, y eso traerá una gran cantidad de beneficios para la sociedad, y algunos problemas que deberemos ir resolviendo sobre la marcha. Como lo hemos hecho siempre.