JUAN MARÍA SEGURA

Perdamos el miedo… ¡a debatir!

Por Juan María Segura


Hace 2 años creamos un nuevo espacio de debate multidisciplinario que, adecuadamente alimentado y cuidado, puede contribuir a cambiar la dinámica de disputa de ideas que ha llevado a importantes directivos y funcionarios a no dialogar. 

Animados por las vivencias propias de haber aprendido a debatir con más apasionamiento por los argumentos y los datos que por las personalidades, ideologías y micro coyunturas, y conscientes del desafío al que se enfrenta nuestra sociedad frente a la complejidad de la realidad educativa local, un conjunto de profesionales decidimos sentar a educadores, políticos, empresarios y líderes de opinión frente a frente con el objetivo de que… ¡se hablen entre ellos! El Congreso de Educación y Desarrollo Económico, que ya celebra su tercera edición, va logrando que decenas de panelistas de diferentes ideologías, trayectorias y fuerzas políticas debatan entre ellos sobre los desafíos de la educación de las próximas décadas.

Ante la presencia de cientos de asistentes, logramos que, por ejemplo, un importante empresario, sentado al lado una ex ministra de educación, diga que estaba deseando que le salga un trabajo en algún gobierno para descansar y dejar de trabajar. O que un reconocido emprendedor tecnológico, sentado al lado de un ex ministro de educación, diga que con la evidencia de los resultados PISA no entendía por qué no se echaba a todos los docentes. Por supuesto que ambas declaraciones fueron prontamente respondidas por los respectivos compañeros de living. La ex ministra respondió que ella trabajada, y mucho, mientras que el ex ministro señaló al emprendedor que su mirada del problema educativo era un tanto ingenua. Cada intervención fue acompañada por aplausos de la parcialidad que apoyaba cada argumentación, como una forma de tomar partido en favor de uno u otro argumento.

Estas vivencias, que no se agotan en las anécdotas anteriores, y que juntó a ministros, ex ministros, oficialistas, opositores, empresarios, emprendedores, líderes sociales y educadores, llenó un espacio temático que, a juicio de los organizadores, aún nadie se había propuesto abordar con generosidad, apertura y rigurosidad. Incluye, naturalmente, la mirada y práctica de educadores y empresarios (oferta y demanda de talento y competencias, respectivamente, por decirlo de una manera simplificada), pero también debe incluir a científicos, historiadores, futurólogos, líderes comunicacionales, representantes de la cultura, tecnólogos, administradores públicos y diseñadores de políticas públicas.

La práctica habitual en el diseño y armado de espacios públicos de debate es que los panelistas presenten diagnósticos en compañía de colegas de disciplina: los automotrices por un lado, los banqueros por otro lado, y así también los supermercadistas, los rectores, los abogados, los políticos, los periodistas y demás. Este formato, si bien es amigable para los oradores, disuade a los participantes a interpelarse y dar cuenta de su responsabilidad directiva, y limita el enriquecimiento de la discusión en cuestión al no habilitar miradas desde otros ángulos, prácticas y trayectos.

Es por ello que la experiencia de vamos construyendo desde el Congreso nos permite extraer algunas conclusiones. 

Primero, que la suerte no está echada. Es cierto que PISA, TERCE y el Operativo Aprender midieron lo que midieron, y que nuestros alumnos y docentes destacan por cuestiones que querríamos esconder. Sin embargo, si hasta aquí llegamos producto de nuestras propias torpezas u omisiones, de aquí en más podemos emerger fruto de nuestras virtudes y acuerdos. Necesitamos nuevos consensos, tal vez nuevas bases. Nadie lo hará por nosotros, pero es posible lograrlo. Cuando iniciamos la aventura del Congreso y nos animamos a pensar un nuevo espacio de intercambio de ideas, todos nos decían que lo que intentábamos hacer no era posible, y menos en un contexto crispado de discusión política partidaria propuesta en un año electoral (nos pasamos casi toda la vida en años electorales…). No hicimos caso, y nos lanzamos. Nada detuvo nuestra convicción de creer que el espacio era necesario. Qué bueno sería que nos convenzamos y animemos a buscar esos nuevos consensos que muchos creen que no son logrables. ¡Animémonos!

Segundo, así como la educación era la base de las Naciones en los siglos anteriores, ahora es el código fuente de un estado moderno. Desde Finlandia hasta Estonia, todos parecen haberlo comprendido de esa manera. No hay proyecto de país posible si no entendemos y aceptamos que la educación es como la “religión” de nuestra sociedad: todos, todos la debemos profesar, defender, alentar, en beneficio del proyecto común que compartimos. No hay que esperar tener un título o un cargo para representar el rol del educador, ni tampoco hay que esperar a que solo aquellos resuelvan lo que es un problema de toda la sociedad. La educación se juega tanto en un aula, como en una sobremesa, en un tuit, en la tribuna de una cancha, en la fábrica, o conduciendo un vehículo.

Finalmente, la conclusión a mi juicio más reveladora y relevante: si pelear o rivalizar nos aleja y nos cerca a cada uno en nuestro bando y barricada, debatir nos acerca y enriquece. Pero debemos aprender a debatir con argumentos y evidencias iluminados por la razón, y no con juicios o slogans cargados de marketing coyuntural y vacíos de contenido. La discusión educativa es multidisciplinaria por naturaleza, y debe verse favorecida por las miradas y aportes de educadores, diseñadores de políticas públicas, empresarios, líderes sociales y directivos en general.

Crear y alentar espacios como el del Congreso de Educación y Desarrollo Económico forma parte de la tarea que tiene una sociedad implicada y comprometida. Nuestro problema educativo no lo resulte solamente un presupuesto generoso o un Estado inteligente.