JUAN MARÍA SEGURA

Vivir en modo ‘versus’ es un error

Por Juan María Segura


Hace unos días fui invitado a un importante congreso y honrado con la tarea de actuar como orador de cierre de tres jornadas de intenso intercambio de ideas. Realmente habían sido días muy ricos, con decenas de colegas de toda la región ofreciendo sus testimonios y experiencias de aula, todas muy actuales, todas muy relevantes.

Debía hablar sobre liderazgo educativo para un mundo globalizado, pero antes de meterme en tema decidí compartir con los cientos de asistentes mi preocupación por haber encontrado demasiados ‘versus’ entre tanto diálogo y presentación de ideas: lo nuevo versus lo viejo, el siglo 20 versus el siglo 21, lo local versus lo global, el corto versus el largo plazo, las competencias duras versus las competencias blandas, lo superficial versus lo profundo, los exámenes estandarizados versus los aprendizajes personalizados, la educación para la memorización versus aquella que busca la comprensión profunda, las páginas web versus los blogs, la taxonomía versus la folksonomía, el enciclopedismo versus wikipedismo, el mundo 1.0 versus aquel 2.0, la enseñanza versus el aprendizaje, las estrategias de aula top down versus las estrategias bottom up, los emoticones versus los emojis, los nativo-digitales versus lo nativo-inmigrantes, los millennials versus los centennials, el aula versus el aula invertida. Y puedo continuar: el libro de texto versus el libro digital, al aprendizaje basado en proyectos versus el aprendizaje basado en problemas, Facebook versus Instagram, el maestro versus el tutor, el alumno versus el aprendiz, el docente averso al riesgo versus el docente tomador de riesgo, el sexto lenguaje versus todos los anteriores, lo online versus lo presencial, lo real versus lo virtual, el hombre versus el robot, lo moderno versus las tradiciones, educere versus educare, y así hasta el infinito. Un listado interminable, que nos habla por un lado de un mundo plagado de emergentes, y por el otro lado de una raza humana intentando hacer pie entre tanto cambio, barullo y desorganización. ¿Acaso estamos frente a una situación de adaptarnos o morir? ¿De adoptar todos los emergentes, así como llegan, o perder el tren? ¿Es el modo ‘versus’ una forma útil de organizar el entorno y de organizarnos para aprovecharlo y hacerlo jugar a favor de nuestra práctica?

Los profesionales y practicantes de la educación estamos haciendo un gran esfuerzo de clasificación de los acontecimientos que impactan nuestra tarea docente, pero lamentablemente lo estamos haciendo principalmente desde un estado de ánimo particular (o un conjunto de ellos), y no necesariamente desde los hechos concretos que marcan el cambio de época. Enfrentando emoticones con emojis olvidamos que representan lo mismo, que el 70% del lenguaje que utilizamos es no verbal, y que al pasar de la oralidad a la virtualidad escrita seguramente desarrollemos alguna forma de complementación adicional al tono, la gesticulación, la tensión, etc. Y al hacerlo, imprimiremos al lenguaje que resulte más funcional el carácter generativo que siempre le hemos dado a los lenguajes. Los emojis arrancaron siendo 148 figuras, y hoy superan las dos mil, razón por la cual el diccionario Oxford seleccionó a emoji como la palabra del año a fines de 2015. ¿Se entiende? ¿Para qué sirve un ‘versus’ aquí? ¿Acaso las páginas web modelo 1.0 no terminan evolucionando hacia formatos más dialogados, del tipo 2.0, pues eso es lo que desea el ser humano? ¿Para qué pensar en una u otra? ¿Acaso las competencias duras no forman la plataforma sobre la que podemos pensar en otros tipos de aprendizajes? ¿En qué momento enfrentamos a las matemáticas con la creatividad, y con qué finalidad? ¿Acaso el hombre no puede trabajar con robots para resolver los grandes problemas de la humanidad, esos problemas tan obvios y grandes que aún no logramos resolver sin valernos de los beneficios de la robótica, de la inteligencia artificial y del big data analysis? ¿Acaso debemos optar por alguno de los 6 lenguajes de Logan, y desatender al resto? ¿Por qué es necesario un versus? ¿Por qué son necesarios tantos versus?

No es el estado de ánimo el que debería orientar nuestra forma de clasificar los emergentes de la época, sino los propios datos que la época nos ofrece, ¡que son un montón! Usted piense lo que quiera de internet, pero sepa que hoy la navegan diariamente un0s 4,5 billones de personas. Eso es un dato, más allá de cómo se sienta.

Diga lo que quiera de los centennials, pero sepa que poseen un spam de atención de entre 4 y 8 segundos, así funcionan, y no por ser distraídos, sino por ser diferentes. ¡Y que luego vienen los Alpha!

Que usted tenga o no un smartphone, me tiene sin cuidado. Sin embargo, sepa que en 2016 se vendieron en el mundo 48 por segundo. Eso significa que cada nacimiento humano durante ese año ocurrió en simultáneo con 20 smartphone de última generación. Para esos chicos, tecnología, conectividad y navegabilidad en la nube es como la fuerza de gravedad para nosotros: simplemente, es, está, existe, y lo abarca todo.

Quiera u odie a YouTube, pero sepa que es la plataforma más importante de aprendizaje de los jóvenes en el mundo, ya que el 60% del tráfico es de los jóvenes. O sea que YouTube, cuyo contenido lo produce cualquier, literalmente, posee más impacto en el aprendizaje del 32% de la población mundial que todas las universidad y escuelas del mundo reunidas y trabajando coordinadamente. ¿Entiende el punto?

¿Qué utilidad tiene enfrentar a Facebook con Instagram, si dentro de unos años las habremos olvidado, como ya lo hicimos con MySpace y Second Life?

Enseñe como quiera, pero sepa que en los últimos años la neurociencia ha logrado muchos progresos respecto del funcionamiento del cerebro, y que eso obliga a revisar nuestra práctica, evitando estrategias que ahora si sabemos que el cerebro rechaza. Sienta y enseñe como quiera, pero no rechace las evidencias y los datos de la época. 

Finalmente, en el congreso realicé las reflexiones que debía hacer sobre el liderazgo: el líder como un diseñador de espacios de aprendizaje, como un constructor de equipos de trabajo, como un proveedor de impactos y resultados medibles, como un estándar de trabajo y como un modelador cultural. Sin embargo, me quedó dando vueltas en la cabeza la necesidad, diría la obligación, que tenemos de organizar mejor el debate, dejando de lado nuestro sentir (angustia, desconcierto, temor, incertidumbre, enojo, sensación de injusticia, o el que sea) y enfrentando las evidencias. Vivir nuestra práctica en modo ‘versus’ es un error, y no deberíamos perdernos en ese embotellamiento.