JUAN MARÍA SEGURA

El pacto 'blue'

Por Juan María Segura


Mi reacción fue bastante obvia. Si sigue mis escritos, hasta se la puede imaginar. Una vez que el Presidente Milei enumeró los puntos del pacto de Mayo, finalizando su alocución en la apertura de sesiones ordinarias del Congreso de la Nación, me sorprendió que no hubiese ni uno solo referido a la educación. Por supuesto que, como decimos que decía Sarmiento, todos los problemas, en el fondo, son de educación. Pero no me refiero a eso, sino a la educación como diseño, como política pública que expresa la intensión de un Estado (y de un pueblo). Eso, sin dudas, estuvo ausente en el anuncio e invitación del Presidente.

No creo que haya sido ni un descuido, ni una omisión intensional, sino más bien una cuestión de prioridades, de foco. Refundar este lastimado país requiere visualizar un modelo de país más armonioso, elegir un rumbo y establecer la secuencia con la cual se desea llevar adelante cada ‘batalla’ cultural. No se puede combatir con todos los problemas al mismo tiempo, no es ni inteligente, ni auspicioso, ni eficiente. Hay que elegir, y elegir significa también relegar. Y la educación, junto con otras áreas, fue relegada en esta iniciativa.

Algo parecido ya había sucedido con el DNU y con la ley ómnibus, en donde la educación ocupaba un espacio menor en las reformas propuestas. Se planteaba su esencialidad en el primer caso, y en el caso de la ley se incluían solo 14 artículos que habilitaban intervenciones sin alterar ni la esencia, ni el metadiseño de un sistema de instituciones pensado y nacido en el siglo XIX.

Es por ello que aquí deseo ofrecer mis diez puntos educativos, mi pacto de mayo paralelo. Cada punto encierra un principio, y cada principio debería ayudarnos a recortar el debate, a situarlo en un aspecto en particular, en un rasgo, sin perder de vista la integralidad del sistema, pero también sin dejarnos atravesar transversalmente por el todo cada vez que deseamos ponernos de acuerdo con algo en particular. Al menos, así lo imaginé al redactarlos, y así deseo presentarlos aquí. Veamos.

Primero, diseñar un sistema enfocado en la capacidad de aprender de sus participantes. La política educativa del Estado debe lograr un diseño de instituciones con énfasis en la capacidad de aprendizaje, con independencia de la disciplina enseñada. El Sistema Educativo Nacional (SEN) debe comprometerse con aprendices autónomos, entusiasmados por la idea de aprender durante toda la vida.

Segundo, diseñar un mecanismo de validación de aprendizajes. Las instituciones educativas deben estar preparadas para evaluar, validar y certificar aprendizajes de cualquier disciplina y para personas de cualquier edad. Esto aplica tanto para lo enseñado puertas adentro como para lo traído desde afuera del sistema. La evaluación debe ser constante, abierta, transparente y dinámica.

Tercero, diseñar un sistema que habilite la personalización de trayectorias educativas. Cualquier persona tendrá la oportunidad de desarrollar un perfil de aprendiz de acuerdo con sus intereses, curiosidades, apetitos, tiempos y condiciones particulares. Los diplomas generales serán paulatinamente complementados y eventualmente reemplazados por perfiles individuales de conocimientos y dominios.  

Cuarto, diseña una pedagogía basada en trabajos por proyectos. Las instituciones educativas organizarán la mayor parte del programa o propuesta de trabajo a través de proyectos, preferentemente locales, dando la oportunidad a los aprendices de experimentar en primera persona el enlazamiento de cada disciplina con situaciones y problematizaciones de la vida cotidiana.

Quinto, el financiamiento del sistema será mixto. El gasto público en educación será asignado en base a logros y cumplimiento de metas, a condiciones de necesidades críticas de aprendizaje, y a preferencias de los ciudadanos. El gasto privado en educación generará un crédito fiscal aplicable a becas, mejoras edilicias y apoyo docente en instituciones aledañas al lugar de generación del gasto.

Sexto, referido a la responsabilidad del directivo. Los directivos de las instituciones educativas serán penalmente responsables frente al incumplimiento de los objetivos de aprendizaje de sus instituciones. Gozarán de libertad para contratar y desvincular personal docente y no docente. Las metas y compromisos de sus instituciones deberán ser públicas, y estar auditadas anualmente.

Séptimo, referido a la docencia. Los docentes y trabajadores de la educación deberán revalidar con periodicidad su aptitud profesional para la práctica de la tarea docente. El proceso incluirá actualizaciones del campo disciplinar propiamente dicho, progresos científicos del campo de la neurociencia, y evaluaciones psicosociales personalizadas conducidas por profesionales habilitados.

Octavo, sobre la responsabilidad de los adultos. Los adultos poseen la oportunidad y responsabilidad de proveer las mejores oportunidades de aprendizaje para sus menores a cargo. El descuido o desatención de este debe generará consecuencias para los responsables, como multas, pérdida de privilegios, boqueo de permisos, o la imposición de tareas sociales a desarrollarse en la institución escolar de sus menores.  

Noveno, sobre la validez de títulos y diplomas. Los certificados de estudio de cualquier disciplina, carrera u orientación profesional tendrán una vigencia finita, diferente para cada caso, y podrán ser revalidados mediante exámenes y evaluaciones de idoneidad impartidos por agencias independientes, especializadas en la función y acreditadas como tales.

Y por último, decimo, sobre la gestión de las instituciones. Toda institución educativa de gestión estatal que no sostenga en el tiempo estándares mínimos de aprendizaje y calidad en su enseñanza, será transferida al sector privado durante un período de tiempo en el cual la nueva administración tendrá garantizado el mismo nivel de financiamiento que recibía anteriormente.

Como indiqué antes, cada punto encierra un principio, y cada principio debería ayudarnos a recortar el debate. Son diez debates elegidos para pensar juntos un sistema educativo futuro. Este del que nos valemos actualmente, no rinde, no dialoga con naturalidad con esta contemporaneidad, y tampoco lo hará si logramos intervenirlo en el margen, como intentaba la ley ómnibus.

Nunca un principio indica el cómo y, en un ejercicio de esta naturaleza, mucho menos se ocupa del ahora. Si bien un pacto se funda en incomodidades del ahora, posee la vista anclada en el largo plazo. Mira prospectivamente y visualiza a futuro, y allí intenta elegir el qué. Los principios fijan el qué allá a lo lejos, y eso lo organiza todo. Solo a partir de ese qué debatido, reflexionado y acordado es posible pensar en el cómo y en los diferentes cuándos, solo a partir de ese qué es útil diseñar un empalme entre esto que tenemos hoy y nos incomoda, y eso a donde queremos ir convencidos de sus virtudes. 

Bueno, mis cartas están echadas. Bienvenido el pacto paralelo, bienvenido el pacto ‘blue’. El debate está abierto.