Por Juan María Segura
Días pasados se publicó un ranking de universidades, dando pie a la aparición de notificaciones y mensajes entusiastas. Que la UBA tal cosa, que la UCA tal otra. Mucha actividad en redes sociales, portales de noticias y grupos de whatsapp, celebrando un lugar en la elite mundial o, al menos, una posición de relevancia en un universo de cerca de 30 mil actores universitarios. Orgullo y regodeo, casi un oasis en un momento en donde cuesta encontrar razones para celebrar.
Sin desear pincharle el globo a nadie (por qué querría hacerlo), me pregunto qué estamos celebrando realmente. Me encantan las celebraciones, pero quiero estar seguro de las características de esta fiesta, así no equivoco el código de vestimenta.
Los rankings se utilizan en el mundo educativo desde hace más de 30 años. Existen rankings para comparar prácticamente todo, desde sistemas nacionales hasta programas individuales, desde instituciones educativas, hasta departamentos académicos, desde aprendizajes escolares en diferentes niveles y dominios (me refiero seguido a ellos), hasta rankings para comparar universidades, escuelas de negocios, calidad del cuerpo de profesores y distinciones de cualquier tipo. Claro que todos los rankings son imperfectos, pues son solo recortes, criterios y ponderaciones arbitrariamente seleccionadas. Pero existen rankings mejor construidos que otros, con información más fiable y verificable, más objetiva y no falsable. Rankings más serios que otros, rankings con mejor reputación que otros. Existen rankings en donde hay que ir vestidos de etiqueta (por ejemplo, cuando se anuncian los Premios Nobel), y otros en donde se puede ir de ojotas a tomar una cerveza y ya.
Las clasificaciones académicas de universidades o rankings académicos son listas ordenadas que clasifican a las universidades de acuerdo con una metodología de tipo bibliométrico, que incluye criterios objetivos medibles y reproducibles. El objetivo de estas listas es dar a conocer públicamente la calidad relativa de tales instituciones a través de la comparación de sus publicaciones en revistas científicas e indexadas, premios de sus alumnos, egresados o docentes, y volumen y contenido del tráfico académico en internet. Como mencionamos antes, todos parámetros objetivos, no manipulables y verificables.
Existen seis rankings académicos bibliométricos de cobertura mundial, impulsados por las siguientes instituciones: el Times Higher Education Ranking (desde 2001), el de la Universidad Jiao Tong de Shanghái (desde 2003), la clasificación webométrica del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España (desde 2004), la clasificación de Scimago (desde 2009), el University Ranking by Academic Performance (URAP) de la Universidad Técnica de Medio Oriente de Turquía (desde 2010) y el de la Universidad Nacional de Taiwán (desde 2012). En todos ellos, Latinoamérica destaca por su casi nula presencia, con aproximadamente 8 apariciones entre las primeras 400 ubicaciones, en general con ubicaciones muy alejadas de los grupos de elite. Primer dato.
Brasil es el país con más apariciones en estos listados, con la Universidad de Sao Paulo presente inclusive en los top 100 de los rankings de Webometrics, Scimago, URAP y Taiwán. El resto de sus instituciones mencionadas (Universidad Estadual Paulista, Universidad Federal de Río de Janeiro, Universidad Estatal de Campinas, Universidad Federal de Rio Grande del Sur, Universidad Federal de Minas Gerais), junto a la Universidad Nacional Autónoma de México, nuestra UBA y la Universidad de Chile, completan un grupo sumamente pequeño, y una primera radiografía que delinea un perfil de institución poco vistosa, en particular en el campo de la producción científica. Segundo dato.
La UBA es la única institución presente de argentina entre los primeras 400 instituciones mencionadas, aparece solo en algunos de los rankings mencionados arriba y siempre se ubica más arriba de la posición 250. Tercer dato.
Además de los rankings bibliométricos, considerados serios y rigurosos, existe lo que se llama la clasificación ‘parcialmente académica’, o sea, los rankings no tan serios, o menos rigurosos. Sin ofenderse, pero así están construidos estos rankings, generalmente siguiendo criterios de apreciación subjetiva. No son listados basados obligatoriamente en métodos bibliométricos o científicos claros, y reflejan muchas veces los promedios de las opiniones de encuestados que pueden ser individuos no necesariamente con títulos académicos o con conocimiento del conjunto de las universidades del mundo. Muchas veces estos estudios son publicados por encargo de las propias universidades con el objetivo de realizar publicidad en las épocas de los registros a las universidades, y por ello reciben muchas críticas. Entre los criterios evaluados suelen aparece opiniones de graduados o empleadores, relaciones entre graduados y matriculados, aspectos de infraestructura, oferta académica y datos del tipo.
En este grupo menos riguroso y respetado de ranking de universidades, tal vez el listado más comentado sea el QS World Ranking, publicado desde 2011 por el grupo Quacquarelli Symonds, y que suele lograr mucha divulgación a partir de posiciones en el listado de instituciones que no tienen presencia en los rankings más académicos. Bueno, resulta que lo que celebramos días pasados fueron las ubicaciones en este ranking.
En la medición de 2018, el ranking QS mostró a 13 instituciones de la región entre las primeras 400 del mundo, una proporción que dobla a lo observado en el grupo de mediciones anteriores. Años más tarde, o sea, la semana pasada, esa medición volvió a traer a 14 instituciones de la región entre las primeras 400, con la UBA en el puesto 67, la UCA en la posición 323 y la UP en el 390. Cuarto dato, y final del debate.
Nuevamente, aquí no se trata ni de acusar ni de aguar la fiesta de nadie, sino de informarse. Cada casa de estudios es libre de celebrar lo que desee con la intensidad que lo definan sus autoridades, profesores y comunidad de alumnos y graduados. Y a cada celebración, su vestimenta. Pero estamos obligados a saber qué estamos celebrando, pues las opiniones nunca tendrán más peso que los datos en una clasificación de este tipo. No podemos caer de smoking a festejar con sidra y granadina, es raro, cuando no ridículo. Y el ranking QS no es una buena medida de la fortaleza de nuestra oferta educativa universitaria. Se lo dice alguien que egresó de la UBA, pero que también lo hizo de la Universidad de Chicago. Créanme, son universos, ofertas y experiencias radicalmente diferentes.