JUAN MARÍA SEGURA

¿Necesita la región una hoja de ruta educativa?

Por Juan María Segura


La noticia me tomó por sorpresa: la educación de la región ya tiene una hoja de ruta. ¿Para qué? Para coordinar sus políticas educativas y así lograr en forma colectiva lo que hasta ahora no lograron realizar los Estados en forma individual: mejorar la calidad de los aprendizajes de los chicos de edad escolar. Un acuerdo tan esperanzador como curioso, que nos obliga a ser precisos y cautos.

Veamos primero la noticia.

Resulta que ministros y autoridades educativas del más alto nivel de América Latina y el Caribe aprobaron el 26 de julio de 2018 pasado los ‘Acuerdos de Cochabamba’, adoptando la Hoja de Ruta Regional para la implementación del Objetivo de Desarrollo Sostenible n°4 - Educación 2030, establecido por Naciones Unidas en la agenda 2030. La Hoja de Ruta apoya un avance coordinado y coherente en los temas educativos supuestamente priorizados por los países de la región: calidad, equidad, inclusión, docentes y aprendizajes. Digo supuestamente, pues los indicadores de los sistemas nacionales y los aprendizajes de los alumnos de la región no muestran progresos que hagan suponer tal priorización.

El documento fue preparado en forma colectiva en dos reuniones técnicas de seguimiento a la I Reunión Regional de Ministros de Educación de América Latina y el Caribe, realizada en Buenos Aires en 2017. En estas instancias participaron representantes de los países de América Latina y el Caribe en el Comité de Dirección Global ODS-E2030 (Argentina, Brasil y Bolivia), uno del Caribe elegido por el GRULAC (Granada), además de la UNESCO y UNICEF, organizaciones subregionales y regionales (CARICOM, CECC-SICA, OEA, y OEI), y representantes de la sociedad civil (CLADE e Internacional de la Educación). ¡Cuánta pompa!

Los países acordaron en Bolivia crear un mecanismo para implementar la Hoja de Ruta, cuya secretaría ejecutiva será ejercida por la Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe (OREALC/UNESCO Santiago). En el documento publicado, las autoridades se comprometieron a fortalecer la colaboración intersectorial y a explorar modalidades para la participación de jóvenes y adultos en mecanismos de coordinación regional.

¿Qué propone, concretamente, el ‘Acuerdo de Cochabamba’? En sencillo, crear una estructura administrativa (Comité Directivo Regional + Secretaría Ejecutiva + Grupos de trabajo) con sede en la oficina de UNESCO en Santiago, y encargarle una cantidad de tareas administrativas, comunicativas y de gestión muy básicas. Veamos lo que dice el ‘Acuerdo’:

El punto 3 sugiere encomendar al Comité Directivo Regional, con apoyo de su Secretaría Ejecutiva, y en consulta con todos los Estados Miembros: 3.1. Facilitar la implementación de la Hoja de Ruta en el período 2018-2021, y elaborar un informe que presente los progresos obtenidos en la próxima Reunión Regional de Ministros de Educación organizada por la OREALC/UNESCO Santiago y un Estado Miembro anfitrión. En ese marco, la implementación de la Hoja de Ruta será evaluada, revisada, y se rediseñará para la siguiente etapa, si fuera necesario; 3.2. Promover una mayor articulación de las reuniones de los Ministros de Educación de la región, de las agendas y los planes de trabajo de los diferentes organismos regionales y subregionales, con el fin de crear mayores sinergias para avanzar en la implementación de la Hoja de Ruta; 3.3. Elaborar una propuesta de movilización de recursos financieros, técnicos y humanos, para fomentar una mayor cooperación regional e internacional para la educación en América Latina y el Caribe, incluyendo la modalidad Sur-Sur; 3.4. Desarrollar estrategias de comunicación y sensibilización a nivel regional sobre la importancia de los principios de la Agenda de Educación 2030 y la implementación de la Hoja de Ruta; 3.5. Asegurar que el Comité Directivo Regional mantenga una coordinación estrecha con el GRULAC y con el Comité de Dirección Global ODS-Educación 2030.

El punto 4 indica encomendar a la OREALC/UNESCO Santiago la responsabilidad, junto con el país anfitrión, de organizar cada dos o tres años, a partir del acuerdo de los Estados Miembros, una Reunión Regional de Ministros de Educación de América Latina y el Caribe, en coordinación con el Comité Directivo Regional.

En el siguiente punto se sugiere desarrollar planes de trabajo para alinear las políticas nacionales y locales con el ODS4-E2030, teniendo en cuenta las prioridades nacionales y regionales.

En el 6 se establece fortalecer la colaboración intersectorial para apoyar el logro de la Agenda 2030.

Luego, en el punto siguiente se encomienda al Comité Directivo Regional que participe activamente y coordine la perspectiva regional con el GRULAC y con el Comité de Dirección Global ODS-Educación 2030 para la próxima Reunión Global de Educación y el Foro Político de Alto Nivel de 2019.

Finalmente, en el último punto del Acuerdo se llama a involucrar a los jóvenes y adultos para avanzar en el ODS4-E2030, y encomendar al Comité Directivo Regional explorar modalidades para su participación ante los mecanismos de coordinación regionales.

Hasta aquí los hechos.

Leo la noticia, y pienso en los chicos que no aprenden, porque los abordajes pedagógicos son del siglo XIX. Releo el documento, y pienso en los chicos que abandona la escuela, porque aburre y usa diseños y consignas que en nada se asemejan al mundo que estos chicos habitan fuera de la escuela. Visito los sitios web de todos estos organismos y estamentos administrativos colegiados transversales, y pienso en la robótica que genera conciencia, en la inteligencia artificial y en el aprendizaje profundo que emerge del análisis de big data. Cuanto más reflexiono sobre unos, los burócratas, más lejos veo a otros, los niños y niñas. Cuanto más pienso en ministros con asesores y choferes y en la burocracia de guantes blancos, menos puedo pensar en aprendizajes significativos a escala.

Me quedo reflexionando sobre si estos abordajes y ‘supradiseños’ institucionales sirven para algo. De verdad lo pienso. Los 17 Objetivos de Desarrollo Sustentables de Naciones Unidas, y su Agenda 2030, dentro de la cual la educación ocupa solo una partecita, ¿favorecen en algo la solución de problemas reales, concretos, palpables, fácilmente verificables en las escuelas y en los niños? ¿Es necesario crear un ODS n°4-Educación 2030 para entender lo que hay que hacer? ¿Acaso no es obvio? ¿Acaso no hay suficientes leyes y recursos de todo tipo disponibles para gestionar mejor lo que actualmente se hace mal? ¿Acaso si los gobiernos administrasen bien sus recursos, diseñasen apropiadamente sus políticas, controlasen celosamente su ejecución y sus logros, e informasen con claridad y prontitud a sus ciudadanos, serían necesarios diseños engorrosos y de múltiples capas administrativas como la que propone el ‘Acuerdo de Cochabamba’?

Cuanto más alejada del aprendiz se piensa la política educativa, menor su precisión, y seguramente también su eficacia. Si la región adolece de problemas graves de mala calidad de aprendizajes a escala, pienso que la solución está más en las comunidades inmediatas a las escuelas, que en las burocracias centralizadas o en las políticas centralistas.