Por Juan María Segura
El mundo cambió. Más de 3.000 millones de personas de todas las razas y condiciones sociales navegan diariamente por internet, 2.000 millones de personas poseen teléfonos inteligentes, y 120 horas de video producidas desde cualquier rincón del mundo son subidas cada minuto a YouTube.
Esta revolución transformadora, disruptiva y de escala planetaria, ocurrida en los últimos 20 años, obliga a las Naciones a repensarse como colectivo social, y fuerza a dirigentes a encontrar nuevos diseños institucionales que den cuenta del desafío histórico.
El 2015 será un año trascendental para la Argentina, no solo por la circunstancia de las elecciones presidenciales, sino también porque la sociedad será particularmente escuchada en sus demandas y reclamos. Una sociedad sedienta de transformación y modernización, e implicada de una manera coordinada y sostenida en el proceso de cambio, puede constituirse en el catalizador que la política esté necesitando para darle al país la esperando de que una nueva fisionomía social y productiva es posible.
Si la Argentina, proyecto aún joven de república y embrionario en cuanto a su sistema democrático de organización política, desea lanzarse hacia el siglo 21 con entusiasmo y optimismo, entonces debe promover espacios de diálogo y reflexión en los que sea posible vislumbrar pistas sobre futuros posibles superadores. Estas pistas deberán incluir formas novedosas, dinámicas y modernas de coordinación entre el sector público y privado, y entre el sistema productivo y el educativo.
Los trabajadores de la sociedad de la información que las empresas requieren para revolucionar sus prácticas y expandir sus posibilidades productivas y de servicio, no llegarán en un plato volador, sino que emergerán a partir de un sofisticado y complejo entramado de instituciones de educación, ciencias y tecnología.
Conscientes del momento y desafío histórico, y animados por la convicción de que el buen diálogo entre las instituciones de educación y del sistema productivo de un país produce desarrollo y progreso a escala, un conjunto de individuos e instituciones nos propusimos impulsar el Primer Congreso de Educación y Desarrollo Económico (www.conede.com) con los objetivo de:
1. Debatir evidencias, tanto del sistema educativo como del sistema productivo, que permitan clarificar sobre la coordinación necesaria requerida entre educación formal y productividad.
2. Integrar miradas sobre la misma problemática de diferentes actores y agentes relevantes, ya sean del sector público, privado, social, sindical o religioso, de cualquier campo disciplinar.
3. Proponer soluciones, transformaciones, refundaciones, esbozando agendas de trabajo ambiciosas y multisectoriales, pero realizables, medibles y auditables por la sociedad en su conjunto.
La ambición de los organizadores es que el Congreso pueda producir resultados tangibles, a saber:
1. Proveer un debate informado que resulte un insumo clave para dirigentes, directivos y toda persona que ocupen posiciones de alta responsabilidad en la dirección de organizaciones productivas y educativas.
2. Facilitar y forzar una toma de compromiso por parte de la clase dirigente para con la transformación y la innovación, tanto en las instituciones y diseños actuales, como en las nuevas ideas que puedan emerger.
3. Informar de una manera persuasiva y convincente al gran público y a los medios sobre la necesidad de sostener y alentar un debate sobre cuál es el diseño que deben poseer las instituciones de educación para formar los trabajadores del siglo 21.
Es necesario crear espacios de encuentro, debate y diálogo multidisciplinarios, más allá de las banderas políticas y de las disputas que tanto caracterizan a esta época de nuestra querida Nación.
Si anhelamos cerrar esa grieta que tanto nos duele y tan poco progreso nos augura, pues entonces deberemos dar un apoyo pleno e incondicional a iniciativas integradoras como la que este Primer Congreso de Educación y Desarrollo Económico promueve.