JUAN MARÍA SEGURA

Entre Aprender y desaprender

Por Juan María Segura


Una vez más, pienso que como sociedad sobrereaccionamos al poner excesiva atención y expectativa en un operativo nacional de medición de la calidad de los aprendizajes escolares. No afirmo esto por creer poco trascendente que los chicos aprendan bien, sino por estar convencido que los resultados nos dirán cosas que sabemos hace tiempo: que los chicos aprenden poco y mal; que los aprendizajes son desparejos, con provincias sumamente comprometidas; que la escuela privada no es tanto mejor que la pública, si uno aísla la variable socioeconómica; que el ambiente escolar es un espacio cada vez más anómico y menos gobernado por un adulto; que los egresados arrastran grandes falencias en competencias básicas (lectocomprensión, por ejemplo) hacia su ciclo de formación subsiguiente.

El operativo Aprender alcanza a 1,4 millones de alumnos de escuelas públicas y privadas en casi 40 mil escuelas, y se realiza sobre algunas áreas y contenidos en particular: matemática y lengua para los alumnos de primaria, y ciencias sociales y naturales, además de las anteriores, para los alumnos de secundaria. De cobertura censal y carácter obligatorio, el operativo busca no solo evaluar los aprendizajes alcanzados en 4 estadíos diferentes del trayecto escolar (3° y 6° de primaria, y 2° o 3° y último de secundaria), sino también proveer información del contexto de enseñanza.

Sin dudas es un esfuerzo presupuestario y logístico significativo llevado adelante por parte del Ministerio de Educación Nacional y de las carteras pares en las provincias, máxime cuando se está saliendo de un período extenso de oscurantismo educativo en materia de información de los aprendizajes escolares. Pero, en el fondo y el sentido más profundo, es solo eso: un esfuerzo presupuestario y logístico. Me pregunto si no deberíamos aspirar a algo más ‘revolucionario’, más en sintonía con el desafío de época de reinventar el sistema educativo.

En junio pasado el mundo despidió a Alvin Toffler, afamado escritor y futurista estadounidense, doctorado en Letras, Leyes y Ciencia, conocido por sus discusiones acerca de la revolución digital, la revolución de las comunicaciones y la singularidad tecnológica. Una de las frases más potentes de Toffler de cara a nuestro operativo Aprender es la siguiente: si bien el analfabeto del siglo XX fue aquel que no pudo leer y escribir, el analfabeto del siglo XXI será quién no desarrolle la capacidad de desaprender para volver a aprender nuevos contenidos y significados. Es así que me pregunto en qué medida y de qué manera esta iniciativa se propone alfabetizar para el siglo XXI, más allá de medir aquello que explícitamente se propone.

La verdadera y necesaria discusión que debemos darnos como sociedad trasciende por mucho este desafío logístico: necesitamos rediseñar la ‘fábrica de chorizos’, como el mismo Bullrich llamó al sistema que comanda. Es sin dudas un proceso tenso, de prueba y error, que además supone reorganizaciones de poner y jerarquías, pero que necesariamente se debe recorrer. Y se debe enfrentar con ideas originales, sin dogmas, y con osadía. Y si en el camino se ‘quema’ un poco de capital político y se debe dar pelea a los grupos que fagocitan la educación aludiendo que la representan, mala suerte para el político de turno. Debemos, entre los interesados e involucrados, imprimirle tanta originalidad como dinamismo a la discusión, pues los ratios e indicadores del sistema son trágicos, recurrentes y conocidos. Y su vinculación con la pobreza es inmoralmente contundente. Cuando en marzo de 2017 se den a conocer estos resultados en una pulcra conferencia de prensa, recuerde que se lo advertí.

A las banderas de la urgencia y la escala, elevadas con energía por la primera dama norteamericana en el Congreso WISE de 2015, en Qatar, sumo las de personalización de los aprendizajes y utilización de la tecnología. No es posible concebir esta discusión sin abordar nuevos diseños, no de NAPs (núcleos de aprendizajes prioritarios), sino de abordajes pedagógicos.

Me queda la duda de si el operativo Aprender afianzará la estrategia pedagógica de aprender contenidos y desplegar intervenciones pensadas para un formato de sociedad anticuada, o si, por el contrario, ayudará a desaprender como estrategia principal, generando los ‘brotes’ e ideas embrionarias que den luz y vida al nuevo sistema.