JUAN MARÍA SEGURA

Google Inc.

Por Juan María Segura


El viaje en tren desde San Francisco hasta la estación Mountain View es una suerte de viaje en el tiempo, no tanto por el paisaje ni por las edificaciones futuristas, sino por la sensación de sentir que avanzo hacia el futuro. O al menos hacia el epicentro desde donde se dio forma a la revolución de las TICs que está transformado la fisionomía de todas las industrias del planeta, la educación incluida. Y por eso me produce un cosquilleo especial.

Las estaciones del CalTrain van anticipando el acercamiento al corazón del Silicon Valley. Primero Menlo Park, luego Palo Alto, territorio de Stanford University, y finalmente Mountain View. Desciendo en busca de un taxi, mientras observo con naturalidad los buses estacionados de Apple, Linkedin y la NASA, entre otros, esperando a sus empleados de todas las culturas imaginables para trasladarlos a las casas matrices a una nueva jornada de trabajo. Todos jóvenes, conectados, imagino talentosos. Se respira un aire especial.

Finalmente llego a Googleplex, cuartel general de la empresa, y símbolo de una época.

Pensar en Google es complejo, pues presenta un sinnúmero de dimensiones o particularidades igualmente novedosas que merecerían análisis, atención, admiración. Su potente y gratuito motor de búsqueda, concentrador del mayor tráfico de internet del mundo; su PageRank, que logró poner en lenguaje computacional la forma de referenciación con que el mundo académico trabajaba desde hacía décadas; su triunvirato de gestión y gobierno, formato novedoso para empresas que cotizan en bolsa; el valor bursátil de la empresa, la tercera más grande del mundo, que multiplicó por 14 su valor desde los us$ 27.000 millones de cotización inicial; o su valor de marca, podio que ha intercalado con Apple en los últimos 5 años. A pesar de todo ello, mi intención e interés principal es comprobar de primera mano cómo es el ambiente de trabajo, qué hace que todas las semanas en los Estados Unidos se incorporen 200 nuevos empleados a esta empresa. Si, 200 por semana, cada semana. Necesito comprender de una forma más clara porqué razón este workplace ha sido señalado en tantas oportunidades con el Best Place to Work del mundo.

Para lograr dicho cometido, me encuentro con un argentino que comenzó a trabajar allí hace unos pocos meses. “Esto es diferente a todo”, me comenta E (así haré referencia a mi interlocutor). “Ni bien ingresé recibí una capacitación intensiva, muy enfocada en la empresa, su industria y mi mandato. Luego me dieron una computadora, me presentaron a mi jefe y colegas de trabajo, y a partir de allí se acabaron las indicaciones. Trabajo con total autonomía, aquí en casa matriz o en las oficinas del centro de San Francisco, en donde más cómodo me quede en cada oportunidad. Si no estoy a gusto con mi computadora, la cambio en 48 horas sin pedir explicaciones a nadie. Si me falta algún componente electrónico o de telefonía celular para hacer mejor mi tarea, voy a unos pequeños rucks que hay en cada edificio y directamente lo tomo sin que haya que nada o nadie que me lo impida. La comida y las bebidas que se sirven en los diferentes espacios son totalmente gratuitas, todo el tiempo, para todos los que estén en ese lugar. Existen bicicletas para moverse de sede en sede, o también tenés un servicio de buses que todo el tiempo te puede llevar de un lugar a otro. Los compañeros de trabajo son de todas las culturas y lugares del mundo, y la filosofía de trabajo es muy abierta y transparente, así que los diálogos y discusiones de trabajo son muy enriquecedoras. El mismo colorido que cubre las instalaciones, edificios, espacios comunes y oficinas, es un símbolo del tipo de ambiente que cultiva la empresa cada día, en cada acto”.

Mientras me describe su vivencia, los ojos se le iluminan, mezcla de admiración, adrenalina y deseo de acción y de aprendizaje. “Finalmente, el colmo de los colmos son las reuniones con Larry (Page) y Sergei (Brin)”. Me comenta esto mientras pasamos caminando por un auditorio con sillas de todos los colores dispuestas en semicírculo, más algunas balcones y butacas en diferentes niveles, con más aspecto de escenario de un pub o micro teatrito, que de un auditorio corporativo. “Aquí estuvieron ayer los dos, en sus reuniones semanales con sus empleados, ¡yo no me pierdo ni una!”.

Los fundadores de Google sostienen, a 16 años de su creación, una cultura de trabajo transparente, focalizada y auténtica, estando ellos a la cabeza del sostenimiento de ese ambiente desafiante y descontracturado de trabajo. 24 horas antes, en ese mismo escenario, Larry Page, vistiendo remera, bermudas y Crocs, había estado charlando abiertamente con sus empleados, E incluido (que ingresó a la compañía hace solo 2,5 meses…), como cada semana. ¿Los temas? Errores en algunos códigos de productos, política de contratación de personal, planes estratégicos para con unos terrenos recientemente adquiridos. O sea, de todo lo que interese a los empleados. Estas reuniones tienen una agenda previa, pero se alienta a que la gente pregunte, sugiera, se expresa. Son ámbitos sumamente auténticos, en donde todos los empleados se informan hasta donde desean, e indagan en todo aquello que los inquiete, desvíe atención o entorpezca su trabajo. No hay preguntas irrelevantes, pues todos los empleados poseen una gran motivación e ilusión, como E. Y no hay respuestas ambiguas, sino que se refuerza la cultura de argumentar con evidencias, datos y predictores de comportamiento, en todas las áreas.

Le pregunto a E si alguna vez había experimentado algo similar en cuanto a ambiente de trabajo. “¡Jamás!”. Le pido que me diga solo una razón por la cual renunciaría a estar allí, haciendo lo que le toca. “Enfermarme de una manera tal, que no me deje pensar con claridad”.

Mi visita no intenta ser una auditoría, así que me doy por satisfecho con lo visto, conversado y palpado. Antes de volver a la estación de tren, me acerco al prototipo del vehículo auto-comandado, tomo un agua saborizada y camino por un estacionamiento en donde veo autos eléctricos literalmente enchufados a postes de carga. Ya en el tren, tratando de decantar tanta información, vuelvo son un concepto: Google Inc. es mucho más que una empresa, es una marca de época, un desafío vivo y en movimiento de convenciones empresarias de largo arraigo en el mundo de las organizaciones. Y sus 60 mil empleados son los mejores testimonios.

Cuando escuchamos que la educación debe revolucionar y reinventarse, en realidad lo que estamos diciendo o preguntando es: ¿de qué manera un sistema de educación formal captura todas las innovaciones en el diseño de ambientes de trabajo que empresas como Google muestran con tanta transparencia? El desacople entre educación y trabajo, también llamado skill gap, aparece con claridad cuando uno camina las oficinas centrales de Google.