JUAN MARÍA SEGURA

Hacia una pedagogía slow

Por Juan María Segura


Días pasados se realizó la quinta edición del Congreso de Educación y Desarrollo Económico en el Planetario de la Ciudad de Buenos Aires. Organizado por la Revista Colegio y CircusEdu, y convocados por la temática de los aprendices phigitals y los ecosistemas de aprendizaje, para muchos colegas significó la posibilidad de volver a reunirse de manera presencial. ¡Que disfrute!

Este Congreso, de gran reputación regional, provee un espacio inigualable para debatir en forma multidisciplinaria de qué manera educación y empleo pueden coordinarse más armoniosamente de cara a un mundo complejo, interconectado, tecnificado y ubicuo. El mundo debate sobre la conveniencia de rediseñar instituciones educativas que dialoguen con mayor fluidez y naturalidad con los desafíos del mundo de las organizaciones. Este Congreso es el ámbito que mejor captura este debate en la región, logrando en pocos años la concurrencia de decenas de oradores de renombre, el elogio de una audiencia calificada y la atención de los medios de prensa más importantes del país.

En esta nueva edición se contó con la participación de Ronald Packard (USA), creador de la red K12 Inc. y de Accel Shools, de Alejandra Mustakis (Chile), reconocida emprendedora y líder social, de Nicolás Scherzer, fundador del ecosistema Ser Universitario, de Manuel Paz, destacado pintor y artista plástico, de Tomas Giovanetti, emprendedor y fundador de TGA, de Sean Summers, CMO de Mercado Libre y vicepresidente de Junior Achievement, de Gabriela Olivan, experta en comunicación y fundadora de la red WINN, y del prestigioso escritor Carl Honoré (Escocia), líder mundial del movimiento slow. Una grilla de lujo que iluminó la problemática desde diferentes ángulos, y que permitió hacer ver, una vez más, que la educación debe ser comprendida y debatida desde diferentes ángulos y abordajes, de que el concepto de la transdisciplina también debe ejercitarse inclusive desde la forma en la que el debate educativo es montado y orquestado.

El cierre estuvo a cargo de Honoré, y dejó mucha tela para cortar. Reconocido por tu trabajo iniciado en 2004 con la publicación de su primer elogio, el ‘Elogio a la Lentitud’, Honoré volvió a la carga con la necesidad imperiosa de reencontrarse con la pausa. Justo ahora, justo en un momento en donde la aceleración se apodera de nuestras agendas, aspiraciones y proyectos, justo cuando estamos a punto de convencernos de que la única manera de transitar la cultura digital es a toda velocidad, en todo momento. Con muy buenos argumentos, algunos de ellos de base científica, y vivencias extraídas de diferentes contextos culturales y organizacionales, Honoré nos invitó de una manera muy consistente a encontrarle el tiempo y ritmo justo a nuestras actividades.

Años después de la publicación del primer Elogio de Honoré, en 2008, el escritor especialista en tecnología Nicholas Carr publicó un persuasivo artículo alertando sobre el problema del exceso de la velocidad y la multi atención. Bajo el título de ‘¿Google nos está haciendo estúpidos?’, Carr alertaba sobre impactos negativos en las capacidades de reflexión, concentración y contemplación, y todo estaba relacionado al mismo argumento de Honoré, el exceso de velocidad, o la velocidad como precondición necesaria de todas nuestras actividades. El trabajo de Carr luego tomó forma más estructurada en su libro ‘Los superficiales’ (2010), permitiéndole plantear a él también la necesidad de estar en un sitio a la vez, de recuperar la capacidad de estar aquí, rehabilitando espacios y hábitos perdidos de profundización y enfoque.

Los trabajos de Honoré y Carr son de extraordinaria vigencia en este momento de la historia, en especial saliendo de una pandemia que nos ha desestabilizado la emocionalidad, y ambos mensajes están conectados con los propios tiempos de la naturaleza. La naturaleza posee cadencia, un tempo y ritmo óptimo, y ese no puede ser alterado. O, dicho de otra manera, al intentar alterarlo, en muchos casos logramos el resultado opuesto al deseado. Riegue de más (o de menos) esa maceta del balcón durante un tiempo, y verá lo qué pasa con esas bonitas flores.

El movimiento slow es mucho más que una moda que debemos abrazar, justo ahora que estamos medio perdidos o ensimismados. Es una filosofía de vida que nos debe devolver la mirada y acción al conocimiento y reconocimiento de nuestro cuerpo y biología. Nuestro bienestar y equilibrio individual, y en consecuencia nuestra capacidad cognitiva, deben volver a ser objetivos a los que dediquemos tiempo, pensamiento, investigación y acción, mucha acción. Necesitamos crear nuevas rutinas, debemos crearlas para reencontrar ese tiempo que nos haga más humanos.

El sistema escolar puede beneficiarse mucho con un pedagogía slow, pero esta aún debe ser desarrollada. Para un maestro o director de escuela, el movimiento slow aun es un conjunto de principios generales que, si bien poseen consistencia y corpus, carecen de acciones concretas para ser llevados a la práctica en un salón de clase. Por ejemplo, Honoré suele hacer referencia a una investigación implementada en una organización en donde, al establecer pausas de x cantidad de minutos durante algunas reuniones antes de tomar una decisión, el proceso decisorio de esas organizaciones se vuelve más virtuoso. La explicación de este resultado proviene de la verificación empírica del engrosamiento del córtex cerebral producto de la implementación de esas pausas, de ese nuevo diseño, que seguramente es contrario a la forma en cual habitualmente se discute y decide en las organizaciones.

Entonces, cuando debemos llevar el principio de la pausa en forma de diseño a una dinámica de aula, ¿qué se debe hacer? ¿En qué momento generar la pausa, para qué y por cuántos minutos? ¿Cómo diferenciar la pausa para pensar y reflexionar, de la pausa para jugar en el recreo? ¿Pausa y recreo son lo mismo? Muchas dudas y preguntas sobre un diseño que, si bien aún la pedagogía slow no puede clarificar, resultaría de sumo interés debatir. Tal vez el principio del aula invertida represente la punta del ovillo de ese debate, que aún no posee ni forma, ni pedagogía, ni evangelizadores claros. Tal vez metodologías como Accelium pueden significar un puente entre una forma de enseñanza y otra.

Como ocurrió en las ediciones anteriores, el Congreso de Educación y Desarrollo Económico dejó nuevamente mucho material para pedagogos, educadores y desvelados. Tarde o temprano, las semillas de las ideas y provocaciones de Honoré y del resto de los oradores encontrarán tierra fértil. Ya nos enteraremos.