JUAN MARÍA SEGURA

La revolución del trabajo

Por Juan María Segura


Escribo sobre educación hace 15 años. Libros, columnas para periódicos, documentos, investigaciones, o simples reflexiones, siempre ando con algunas líneas entre ceja y ceja, con pensamientos en progreso, con aprendices, enseñadores y entornos fusionados en una danza que siempre es movimiento, siempre es frescura, siempre es sorpresa. Entiendo a la educación como un lenguaje (un conjunto de dominios que habilitan un diálogo particular) que nos permite darle forma a nuestro proyecto de vida, y ese proyecto casi siempre incluye actividades que nos proveen un medio de vida. Trabajo, empleo, changa, chamba, filo, laburito, o como lo queramos llamar, están conectados implícitamente con todas mis reflexiones y con la mayoría de mis escritos. Educación y trabajo son actividades prácticamente inescindibles en un mundo normal, en este mundo que habitamos. 

También en mis escritos hablo mucho de innovación, principalmente aplicada al campo de la educación. Innovar es hacer nuevo desde adentro, ¿recuerda? Innovar es combinar con originalidad recursos disponibles, ¿le suena? Así, la innovación me resulta tanto un principio como una acción concreta y palpable. No innovamos cuando tenemos pensamientos creativos, sino cuando arremetemos, cuando corremos riesgos nuevos en forma deliberada, cuando los supuestos nos bastan para lanzarnos a ese vacío que nos espera y recibe. Innovamos porque estamos convencidos de que se puede hacer más con lo mismo, o que se puede hacer lo mismo con menos esfuerzos y recursos. Con 5 puntos de PBI, ¿acaso no podríamos dar educación personalizada de excelente calidad a nuestros 10 millones de alumnos escolares? Innovar nos permite plantear esos supuestos y, eventualmente, utilizarlos como el punto en el horizonte que guía nuestro nuevo accionar, que ordena nuestras ideas y diseños, que establecer nuestro ritmo.

El ya trillado skill gap, o brecha de competencias, es el gran conector entre ambos campos de práctica. Las competencias para el mundo de los nuevos trabajos, para los trabajos del nuevo mundo, demandan una arquitectura de prácticas educativas que seguimos buscando, aun sin éxito. Llevamos 25 años intentando descubrir ese combo mágico de dominios que finalmente nos cierren la brecha entre los graduados que fabricamos y los trabajadores que reclamamos, sin llegar a comprender que esa brecha no es un espacio a llenar, sino más bien un nuevo principio de acción colectiva. Frente a un blanco móvil, producido por un mundo VUCA, solo nos queda aprender a bailar con entusiasmo, sin la esperanza de nunca cerrar del todo esa brecha. Y debemos bailar desde la pista que nos tocó, desde las sociedades que tenemos, desde los sistemas productivos que nos rodean, desde las organizaciones políticas que nos gobiernan, desde las macro plataformas que suponen nuestros países y problemas.

En esta trayectoria y secuencia, existe la falsa creencia (una más…) de que ‘lo online’ es para lo sofisticado, para lo moderno, para lo disruptivo, y de que ‘lo offline’ es para lo básico, lo común, lo habitual, lo que se hace así hace años, lo menos relevante, lo menos glamoroso. El aprendizaje de robótica, programación o ciencia de los datos marida a la perfección con lo primero, mientras que lo segundo queda reservado para el aprendizaje de actividades como las que se ofrecen en la escuela presencial, o para oficios tan tradicionales como el de gasista, electricista o jardinero. Afortunadamente, ya existen iniciativas que dan por tierra estas creencias que solo generan confusiones. Si Julioprofe demostró que la enseñanza de matemática era posible a través de su canal educativo gratuito de Youtube, creado en 2009, derribando el mito de que la enseñanza de matemática o era ‘offline’ o no era nada, lo mismo está haciendo ahora Aprende Institute con la enseñanza de los oficios.

Aprende es una plataforma de enseñanza online de oficios. ¿Una contradicción en términos? ¡Claro que no! Haciendo oídos sordos a esas falsas creencias o supuestos, esta iniciativa atiende en forma asincrónica a todo el mercado hispanoparlante de trabajadores en oficios.

El oficio o trabajo vocacional, es una rama de actividades que nuclea a millones de trabajadores de la región, y que muchas veces representa la única forma posible de empleo en grandes segmentos de la población. Según datos de la OIT, en la región hay actualmente 158 millones de personas que trabajan en la informalidad, guarismo que supone el 54% de los trabajadores de la región. A ellos se deben sumar, siempre de acuerdo con la misma fuente, otros 34 millones de personas que buscan empleo sin encontrarlo, y que ven a los oficios como una forma factible de autoempleo. Quienes viven de un oficio en la informalidad, tal vez no deseen crear un unicornio, pero sin dudas desean progresar, y para ello están más que dispuestos a aprender, a tomar todo lo que puedan recibir para estabilizar su situación laboral y de ingresos, y para utilizar ese oficio en particular como plataforma de ascenso social, como vehículo de formalización.

Aprende Institute se crea con el objetivo específico de atender a esta vasta población. Organizada por escuelas, ofrece entre sus programas la capacitación online en temas como plomería, instalaciones eléctricas, reparación de aire acondicionados, maquillaje profesional, manicure, repostería y pastelería, entrenador personal, cuidado del adulto mayor y apertura de negocios de alimentos y bebidas, entre muchos otros programas. El diseño asincrónico de los programas permite que los estudiantes adapten el momento de cursada a sus agendas y obligaciones personales. Gracias a estos programas, 6 de cada 10 personas que completan la capacitación, mejoran su situación económica inmediata.

Iniciativas como la de Julioprofe y plataformas como la de Aprende Institute nos permiten verificar el poder de la tecnología para producir una verdadera revolución de aprendizajes en el mundo, más allá de las falsas creencias y por encima de los diseños defectuosos. Ya no se trata de clasificar entre buenas y malas instituciones, entre buenos y malos docentes, enfrentando a quienes deberían trabajar juntos con todos los recursos que ofrece el mundo de la cultura digital.

Si es cierto que el skill gap nos llama a adoptar una actitud y nos invita a establecer nuevos objetivos, uno de esos grandes objetivos debe ser el de producir una revolución del trabajo en toda la sociedad, no solo en los empleos para las organizaciones de elite, no solo en los dominios emergentes del siglo 21. Y no habrá tal revolución si no innovamos, si no utilizamos las tecnologías y herramientas que nos provee la época para modificar los aprendizajes a escala. Eso sí es original. Ese es el llamado, ese es el mandato.