JUAN MARÍA SEGURA

Qué influencia a los jóvenes estudiantes

Por Juan María Segura


Uno de los problemas que posee el sistema educativo en Argentina (me animo a proponer que también ocurre en otros países) es externo a su propio funcionamiento, y está conformado por la influencia que generan en la conducta de los alumnos algunos hechos, actores y prácticas culturales. La hipótesis, utilizando por ejemplo el caso de la violencia, es que una institución educativa no puede ser insensible o indiferente en su práctica a la violencia de la sociedad que la aloja. La violencia, extendida a toda la sociedad y afianzada como rasgo cultural, impregna el lenguaje, las formas de interacciones sociales y los mecanismos de resolución de conflictos en general, y ello se hace presente en el acto educativo, afectándolo, condicionándolo, empobreciéndolo.

Con esta hipótesis en mente, desde el III Congreso de Educación y Desarrollo Económico, en junio pasado decidimos indagar sobre influenciadores y modeladores de conducta de los adolescentes que asisten a instituciones universitarias, más allá de la propia experiencia institucional educativa. Para ello, se consultó sobre la influencia de diferentes lugares (la televisión, la prensa, las redes sociales), situaciones (la reputación que supone tener éxito en los estudios, la fama, el dinero) y actores (los padres).

La conclusión indicó que los adolescentes son altamente influenciables por este tipo de elementos del entorno, con un 71% de respuestas positivas (bastante: 35%; mucho: 36%) en comparación con solo un 9% de respuestas negativas (poco: 8%; nada: 1%).

Los millennials (nacidos entre 1980 y 1995) y la generación Z (nacidos a partir de 1995) tienen una afianzada reputación de ser críticos, de dar mucho valor a la libertad y autonomía, y de ser política, religiosa e ideológicamente independientes. Esta forma de caracterización supone a un adolescente más en una actitud de demandar ser escuchado, que de ser influenciado por agentes o situaciones cotidianas y próximas de su entorno cultural. Sin embargo, esta primera conclusión nos presenta un resultado novedoso, que no varía en sus conclusiones en ninguno de los cortes posibles de la encuesta. Este dato supone una gran oportunidad (o una amenaza, dependiendo de la intencionalidad de los conformadores de esa cultura circundante) para trabajar sobre la modelación de los adolescentes desde la cultura, con independencia de lo que se haga o deje de hacer dentro de la universidad. 

Al realizar la apertura por tipo de influenciador, se observa una clara distinción y percepción diferenciada en cada caso. El mayor influjo se percibe desde las redes sociales (91% de respuestas positivas), la menor influencia proviene del éxito en los estudios (45%), y los otros 3 posibles influenciadores (padres, televisión y prensa, y fama y dinero), muestran valores intermedios (69%, 74% y 75%, respectivamente), aunque también elevados.  En el caso del éxito en los estudios, a pesar de ser el de valores positivos más bajos, igual posee resultados netos positivos, pues las menciones negativas de este influenciador apenas alcanzan el 23%, arrojando un valor neto positivo de 22%. En el otro extremo, el valor neto positivo de la influencia de las redes sociales alcanza el 89%, con apenas un 2% de menciones negativas.

Es importante mencionar que la valoración más baja (nada) prácticamente no recibió menciones absolutas en los influenciadores de redes sociales, fama y dinero, padres y tv y prensa. Claramente los respondientes de la encuesta identifican en todos los casos un impacto e influencia positiva sobre los adolescentes, por supuesto ponderados de diferentes maneras dependiendo de cuál se trate.

Al realizar el análisis por género se verifica un mayor énfasis en las mujeres con respecto al impacto positivo que presentan todos los influenciadores señalados. En el caso del éxito en los estudios, la diferencia es +10% (femenino: 48%; masculino: 38%), en el caso de los padres es de +7%, la tv y prensa alcanza un valor de +6%, la fama y el dinero muestran la diferencia más pequeña, con solo +4% (en donde más coincidencia tienen ambas miradas), y finalmente en las redes sociales redes sociales la diferencia alcanza un +9%. 

Es destacable mencionar que esta diferencia no se modifica sustancialmente cuando al corte por género se le agrega la mirada desde la actividad docente o de educador. Es más, en la apertura por tipo de actividad, tanto educadores como profesionales independientes y empresarios y emprendedores, en todos los casos se verifica una mirada promedio sumamente coinciden: entre el 60% y 66% de diferencia entre las menciones positivos y las menciones negativas.

Con respecto a la mirada desde la franja etaria o experiencia, al integrar la sumatoria de datos positivos y negativos, se percibe una mirada más positiva en las franjas más jóvenes, que se va atemperando a medida que se asciende en la escala. La sumatoria de respuestas positivas y negativas para las franjas de < de 3o años y de 30 a 39 años, arroja un valor neto positivo de +66%, que se reduce al +61% en las 2 franjas etarias siguientes, y finaliza en un valor de +55% en la franja de > de 60 años. Sin embargo, en la apertura por tipo de influenciador se puede notar que esta mirada varía dependiendo del tipo de influenciador analizado. Por ejemplo, los más jóvenes consideran que la influencia es mayor en el éxito en los estudios (+17%), en los padres (+39%) y con la tv y la prensa (+15%), situación que se invierte en los influenciadores restantes, en donde la franja de > de 60 años considera que la influencia es mayor en +7% para el caso de la fama y el dinero, y en +5% para el caso de las redes sociales.

La conclusión es obvia. De acuerdo con las más de mil personas que respondieron la encuesta (66% mujeres, 62% educadores y docentes, 88% mayores a 30 años, 73% con estudios universitarios completos), la cultura influencia de una manera notable y contundente las prácticas de los alumnos, en este caso universitarios. Si bien no conocemos el tipo de conductas que provocan ni su magnitud y dirección, estos resultados permiten afirmar que quienes estudian son sujetos altamente sensibles a aspectos presentes en la cultura, en forma diferencial dependiendo de cuál elemento de la cultura se trate.

Quedaría verificar si esta misma percepción es compartida por los mismos estudiantes universitarios y adolescentes.

Entender estas relaciones resulta relevante, si es que verdaderamente nos interesa generar una pedagogía, didáctica y práctica de aula renovada en las universidades, relevante y estimulante, que favorezca un mejor clima de aprendizaje. Muchas veces le reclamamos a un docente que se capacite y actualice, y está bien que lo hagamos. El docente debe adaptar su práctica al desafío de época que supone enseñar para la cuarta revolución industrial. Sin embargo, nunca le exigimos nada a los actores externos al sistema, pues suponemos que nada tienen que ver con lo que ocurre dentro de un aula. ¡Falso! Los trending topics que alentamos en twitter, los programas de televisión a los que damos rating, los videos y noticias que compartimos en nuestros muros, la forma en la que reaccionamos frente a un abanderado o a una rateada colectiva, el significado que damos a la fama y al dinero en nuestras conversaciones y en la construcción de nuestros proyectos adultos de vida, todo ello llega adentro del aula de una forma nítida y directa, generando hábitos, estereotipos y aspiracionales que entran en diálogo íntimo con el proceso mismo de aprendizaje.

Por lo tanto, si le exigimos al docente capacitarse y resignificar su práctica, entonces lo mismo también aplica para todos los actores de una sociedad ahora que sabemos de la existencia de las influencias arriba mencionadas. Todos tenemos tarea para el hogar. Si aspiramos a regenerar una sociedad más respetuosa y virtuosa, debemos prestar atención a cada pequeño acto de nuestras ordinarias vidas. Solo así, extendida esa práctica a toda una sociedad y con el paso del tiempo, lo ordinario tendrá la oportunidad de convertirse en extraordinario, facilitando un clima de aprendizaje en sintonía con el futuro desafiante al que marchamos sin pausa.