JUAN MARÍA SEGURA

Ser o no ser, ¿es esa la cuestión de los Z?

Por Juan María Segura


¿Por qué se denomina Z a la generación que inaugura el siglo 21? Porque llamamos Y a la anterior. ¿Y por qué esta se identificaba de tal manera? Por la anterior, señalada como X. El hilo se corta allí, pues la anterior a la X no es la de los W sino la de los Boomers, nacidos una vez finalizada la segunda guerra mundial. Llegamos así a la conclusión, sencilla pero no por ello menos sorprendente, de que las generaciones que son sujeto de análisis, a veces reciben denominaciones relativamente irrelevantes o inconducentes, que en nada facilitan o favorecen su entendimiento.

La generación X fue identificada de tal manera, no con el fin de que nos subiésemos a la carrera de la utilización de las letras del abecedario (de hecho, la generación siguiente a la Z probablemente reciba el nombre de Alpha), sino casi por accidente, intentando remarcar la alienación de una generación de jóvenes, relativamente perdidos en el consumo de contenidos musicales y audiovisuales de la cadena MTV. De hecho, casi queda identificada como la generación MTV, lo cual probablemente hubiese hecho que hoy estuviésemos hablando de la generación Netflix o de la generación tutorial, por el consumo que hacen los jóvenes actuales de estos videos en YouTube.

Me parece relevante esta introducción al tema, pues son muchas las instituciones, agencias e inclusive escritores que bregan por adueñarse de la acuñación del término de cada nueva generación. La generación que inaugura el siglo 21, conocida como Z o centennials, también ha recibido otras muchas denominaciones: post millennials, internet generation, neo-digital natives, homeland gen, i-generation, gen tech, gen wii, net gen, digital natives, plurals, founders, deltas. En fin, el listado es largo, y las explicaciones o fundamentos de cada propuesta han sido interesadamente ofrecidas por sus respectivos promotores (Pew Research Center, Departamento de Salud de USA, Kantar Futures, revista Ad Age, Turner Broadcasting, canal MTV, New York Times, The Economist, revista Times, Statistics Canada, Forbes, Merriam-Webster, Goldman Sachs, o el que fuese).

Sin un gran consenso sobre el nombre, que considero es una discusión de menor orden, en donde sí existe un gran acuerdo es sobre la franja de años que esta generación abarca. Si bien las diferentes organizaciones pueden mostrar fechas de inicio o finalización de la generación Z ligeramente diferentes, en todos los casos existe coincidencia sobre los años que abarcan desde 2000 hasta 2007. Si la referencia de cada generación es de que dura aproximadamente unos 15 años (la Y dura 18, la X dura 14, los Boomers 18, pero con 2 cohortes), entonces deberíamos completar el período 2000-2007 yendo 4 años para atrás del 2000, y 4 años para adelante del 2007, llegando a una franja cronológica que abarca desde el año 1996 hasta el año 2011. Este valor de duración y ubicación en el tiempo de la generación Z coexistiría adecuadamente con la fecha en la cual se menciona que finaliza la Y (aproximadamente 1998), y con la fecha en la que se menciona que comienza la generación Alpha (aproximadamente 2010).

¿Qué pasó durante ese período de tiempo que merezca una atención particular, de cara a profundizar sobre las características de los Z? Resulta que entre los años 1996 y 2011 el mundo vivió un terremoto de transformación, y tal vez por ese motivo los Z (o como los quiera llamar) poseen características tan particulares, conductas tan novedosas y hábitos tan desconcertantes para todas las generaciones anteriores, incluidos los millennials.

En un intento por organizar lo que la humanidad vivió durante ese período, diría que pasaron tres grandes movimientos tectónicos, todos íntimamente relacionados. En primer lugar, ocurrió una gran revolución tecnológica, que se subió a la gigantesca ola creada por la industria de los microchips, los hardware, los software y por la aparición de internet (1992). Durante este período, nacieron Netflix y Blackboard (1997), Google y Paypal (1998), Napster, BlackBerry, Alibaba, Salesforce y los emojis (1999). Si bien en el 2000 explotó la burbuja puntocom, la tasa de nacimiento de nuevas plataformas, tecnologías y formas de operar la información y la red no se detuvo, con la aparición de Wikipedia (2001), LinkedIn (2002), Skype, MySpace y Tesla (2003), Facebook (2004), YouTube (2005), Twitter y Spotify (2006), el iPhone, el Kindle y Dropbox (2007), Airbnb (2008), Uber y el protocolo blockchain (2009), Instagram y WhatsApp (2010), Snapchat (2011), Tinder (2012), y mejor paramos aquí con el recuento, así toma aire. ¡Impresionante lo que pasó en el mundo mientras los Z iban naciendo! En 1997 había apenas 78 millones de internautas, y en 2011 más de 2 mil millones…La revolución tecnológica es una marca indeleble del ADN de los Z.

Lo segundo que ocurrió en el mundo durante el período de análisis, principalmente como consecuencia de la revolución tecnológica antes señalada, es que los sistemas educativos y productivos se desacoplaron. Las competencias y habilidades demandadas por las organizaciones para hacer un buen uso de ese universo novedoso y casi infinito de recursos digitales, redes y plataformas, dejaron al descubierto la disfuncionalidad de un sistema educativo Boloñés, diseñado para otro entorno, época y tipo de problemas. El primero en levantar la mano sobre este asunto fue la consultora McKinsey & Co al publicar el documento La Guerra por el Talento (1997), abriendo el debate sobre el skill gap. La respuesta del sistema no se hizo espera, ya que UNESCO comenzó a implementar las primeras pruebas regionales de medición de la calidad de los aprendizajes escolares en la escuela primaria, PERCE (1997) y la OECD hizo lo propio con las pruebas PISA (2000) en los chicos de 15 años de edad. Se crearon consorcios relevantes e influyentes, como el Partnership for the 21st Century Skills (2001), publicaciones y rankings novedosos, como el Global Information Technology Report (2001), del Foro Económico Mundial, centros de investigación enfocados en el nuevo paradigma, como el Pew Research Center (2004), e iniciativas provocadoras, como el programa de la organización OLPC (2005), impulsada por Negroponte desde el Foro de Davos. A partir de allí, comenzaron a aparecer los Ron Clark Academy (2007), Singulariy y Khan Academy (2008), las franquicias TEDx (2009), los programas gubernamentales de una computadora por alumno (personalmente participé del Plan Sarmiento de CABA, en 2010), Duolingo y la revolución de las MOOCs (2011), la universidad Minerva (2012), Kahoot (2013), y mejor paramos aquí con el recuento, así vuelve a tomar aire. ¡Impresionante el desacople, e impactante el skill gap! No es para menos, no se podía esperar menos. Qué enseñamos, qué aprendemos, y con qué fin impulsamos ambas acciones, son preguntas sencillas que durante esta época se volvieron difíciles de responder.

Es así como llegamos al tercer movimiento tectónico de este período de análisis, claramente desencadenado por los dos sucesos anteriores. Es la modificación radical del curso y de la génesis misma de la agenda global. No se llega a ser seleccionada personaje del año por parte de la revista Time a los 17 años, como ocurrió con Greta Thunberg a fines de 2019, sin que antes se haya reformulado la agenda mundial. No se llega a modificar la agenda educativa de Chile por el tema del arancelamiento de la educación superior, como lo provocó y lideró Camila Vallejo en 2011, sin que antes hayan pasado cosas. No se llega a obtener el Premio Nobel de la Paz por luchar en favor del medioambiente, como ocurrió con el político Al Gore en 2007, sin que antes se hayan modificado las direcciones del debate global. El músico Bob Dylan obtiene el Premio Nobel de Literatura en 2016 gracias al proceso de entremezclado y entrelazamiento de disciplinas, dominios y saberes favorecido desde un entorno VUCA (volátil, incierto, complejo y ambiguo), que también alcanzó al mundo de las artes y de las expresiones artísticas. De hecho, en 2017 el diccionario Oxford seleccionó al término Youthquake como palabra del año. El término, acuñado por la editora de la revista Vogue, describe cómo los jóvenes y su forma de pensar están cambiando el mundo de la cultura, la moda, la música, etc. El diccionario la seleccionó, no solo por su significado (un cambio cultural, político o social significativo surgido de las acciones o influencia de los jóvenes), sino también por el aumento de su injerencia. A medida que los Y se van convirtiendo en Z, a medida que las fronteras de las disciplinas se van desdibujando, la agenda mundial va tomando una dirección inesperada. De hecho, la primavera árabe y el movimiento de indignados en el mundo, ocurridos entre 2010 y 2011, llevan el sello distintivo de este período. Un movimiento y revolución que, a juicio del sociólogo Bauman, tiene la característica única de ser la primera devuelta masiva en la historia de la humanidad impulsada por grupos que no desean tomar el poder, pues saben que ya lo poseen.

Los nacidos entre 1996 y 2011, llamados generación Z o centennials, nacieron en este circo, en este planeta, en este embrollo de hechos y personajes, en este ecosistema de ideologías y estados de ánimo. Llegaron a un mundo huérfanos de adultos, enseñados por analfabetos, guiados por instrumentos de navegación averiados y traídos de otro mundo, y debiendo lidiar con una clasificación de los problemas tan taxonómica y dogmática, como rígida y cerrada. No es raro, frente a este choque de realidades, que se comporten diferente; no es raro que accionen por cuenta propia y creen su propia cultura y sus propios lenguajes; no es raro que deseen cosas que generaciones anteriores si siquiera llegaron a hacer inteligibles.

Los Z pueden ser tanto un acertijo, como la cura de la mayoría de los problemas a escala que las generaciones anteriores no supimos o pudimos solucionar. Dioses o demonios, aún está por verse. Lo que me queda claro es que estos jóvenes son partidarios, no tanto del ser o no ser de Hamlet (esa no es la cuestión para ellos), ni tampoco del tener o no tener (que tanto preocupó a los X, y también a los Y). Para los Z, la pregunta fundamental es estar o no estar… donde las cosas pasan. Dado que nacieron testimoniando un mundo donde pasa de todo, todo el tiempo, a todo el mundo, y dado que mucho de eso que pasa no está bueno, ellos desean estar donde tenga sentido estar. Utilizar sin poseer, y estar en donde se pueda accionar, esa es su cuestión.