JUAN MARÍA SEGURA

Un alumnado autónomo es posible

Por Juan María Segura


En una entrevista ofrecida a un medio argentino en 2017, Julio Fontán, hijo de los fundadores y actual administrador del Sistema Fontán y de la red de colegios del mismo nombre, fue enfático al señalar que el sistema educativo en general, así como está diseñado, no cree en los niños, y que por eso los trata de tal manera a lo largo de toda la experiencia escolar. ¿Acaso su propio sistema ofrece una alternativa a esta condición sistémica tan reprochable que él describe, de la que cuesta tanto salir? Veamos.

El sistema Fontán se aplica actualmente en 23 colegios colombianos y en 13 colegios de Estados Unidos, México, Costa Rica, Chile y España. En total, +50 mil estudiantes siguen este modelo de learning one to one (ese es justamente el nombre de la ONG creada por Fontán y su equipo en 2011 para diseminar sus ideas pedagógicas por el mundo).

El sistema de enseñanza planteado por Ventura Fontán en 1957 a partir de un Centro Psicotécnico dedicado a estudiar la psicología del aprendizaje y desarrollado con su equipo en la década de 1980, propone cambiar de raíz la lógica del proceso de enseñanza y aprendizaje. Plasmado por primera vez en 1985 en el Colegio Fontán, institución privada ubicada en Medellín, este sistema se basa en el aprendizaje personalizado a través de unos 300 textos autodidácticos (los TAU) que, con preguntas y narraciones, llevan a los alumnos a su propio ritmo a través de toda la currícula de los niveles primario y secundario.

La clave del sistema es el énfasis en el desarrollo de la autonomía (principio de autonomía: el estudiante debe ser ‘promovido’ a un estado de autonomía, de no necesitar del maestro, de trabajar y aprender por su cuenta, de ser intelectualmente adulto) y en el deseo de aprender de los estudiantes (principio de responsabilidad: el estudiante debe cargar con la responsabilidad de su propio aprendizaje, en todos los aspectos, siendo expuesto continuamente a la toma de decisiones, a adquirir compromisos, a analizar su desempeño, a autoevaluarse, a planificar), a partir de la confianza y la comprensión profunda del contenido.

El sistema se basa en una serie de pilares y principios rectores, pero posee tres que son especialmente relevantes.

En primer lugar, la flexibilidad. Cada estudiante comienza el grado en cualquier fecha del año, y la duración del año es variable. Con la orientación de tutores (un rol docente totalmente transformado), cada alumno arma su plan de aprendizaje mensual, trabaja en talleres, y participa en grupos multietarios de alrededor de veinte estudiantes. ‘En nuestros colegios no hay clases, porque no están los niños mirando hacia adelante a un profesor que escribe en un pizarrón. Preferimos llamarles talleres. Tú entras y ves a grupos de niños sentados en mesas trabajando. Cuando llegan, hay una actividad de apertura, que se planea entre estudiantes y educadores, donde hay diálogo entre ellos para abrir puentes de comunicación’, señala Fontán. ‘Cada niño planea su día. Puede decir, por ejemplo, toda la mañana voy a trabajar en matemáticas y en la última hora, en lenguaje. Todo de acuerdo a sus necesidades. Por más que pueden plasmar su cronograma en el sistema, la mayoría de los alumnos lo escribe en un papel y lo ponen cerca de sus computadoras. Algunos se demoran más, otros menos, pero todos terminan las materias porque deben llegar a la excelencia o dominio experto en todos los temas’, enfatiza. Así, la flexibilidad se constituye en el eje de un vínculo de confianza alumno-sistema que remarca el interés por la individualidad, construyendo una base sólida de confianza en el proceso de aprendizaje. 

En segundo lugar, la autodidaxis. La herramienta fundamental para la enseñanza es el TAU escrito. Estas guías les ‘hablan’ directamente a los estudiantes, en un registro amigable y directo, empleando la forma de pregunta mayéutica, es decir, la pregunta orientada a provocar el pensamiento, no a validar la respuesta. Siguen un proceso de construcción conceptual inductiva, de lo particular a lo general. En el sistema Fontán, el estudiante aprende siempre por su propia iniciativa, logrando internalizar y naturalizar un énfasis en los procesos y en su entendimiento, y no tanto en el resultado final. Lo importante y transcendental es que el estudiante adquiera una capacidad funcional que le permita la autodidaxis de por vida. No es importante que almacene ‘contenidos’ y datos, validados a través de exámenes estandarizados, sino que perfeccione sus procesos mentales (cognitivos o motivacionales) para la adquisición autónoma de conocimientos a lo largo de su vida.

Y, en tercer lugar, la evaluación continua. Cada estudiante culmina el grado cuando completa el plan de estudios, en el momento que sea. El grado se acredita cuando el estudiante pudo dar cuenta de que aprendió en profundidad los temas de su grado. Los estudiantes deciden cuándo están listos para rendir un examen de cada tema de estudio, y pasan al tema siguiente solamente si obtuvieron un nueve sobre diez o más en el examen, cuando genuinamente dominan el tema. Aquí se ve con claridad la exigencia del sistema, la contracara de la libertad y de la transferencia de la responsabilidad al alumno, y se ponen en juego el principio general de excelencia, que es inclusivo y no elitista. Todos pueden alcanzar la excelencia, sólo es cuestión de tiempo y de adecuar el trayecto de aprendizaje a la particularidad e intención del aprendiz. En este pacto, no hay lugar para la mediocridad ni para la distracción. Los estudiantes del sistema poseen exámenes de todos los temas que estudian, solo que piden rendirlos cuando ellos se sienten bien preparados, y no cuando tocan. El mínimo teórico para aprobar cada contenido es exigente (nueve o más sobre diez), y un alumno puede pedir rendir el examen tantas veces como sea necesario hasta alcanzar los niveles de conocimiento requeridos.

Es importante remarcar que, durante el proceso, los estudiantes van alcanzando distintos niveles de autonomía (de uno a tres). Cuando llegan al nivel tres, son ellos quienes toman decisiones sobre cuándo ir al colegio, en qué espacio trabajar y cuáles son las temáticas que quieren abordar en un momento determinado. La autorregulación y la autoeficacia como motores del aprendizaje a través de la autodidaxis constituyen un pilar conceptual fundamental de la propuesta.

El sistema Fontán ha ido construyendo -o descubriendo- su propio marco teórico con base en la experiencia y la observación controlada en el marco de lo que sus directores llaman ‘el colegio laboratorio’ Fontán, ubicado en Medellín. Dentro de tal marco teórico propio, que se mantiene en desarrollo permanente, convergen conceptos de diferentes disciplinas y corrientes teóricas, desde la psicología del aprendizaje (constructivismo, aprendizaje significativo, instrucción programada), la psicometría (para el diagnóstico y monitoreo de competencias cognitivas), la filosofía (incluyendo la mayéutica socrática como pilar de la construcción de guías didácticas que dialogan con el estudiante), la etología (para abordar aspectos motivacionales y de socialización), y más recientemente las neurociencias (para el desarrollo de funciones ejecutivas).

La experiencia del sistema Fontán se valida no solo a través de una trayectoria progresiva de expansión territorial y del armado de una arquitectura pedagógica sólida e innovadora (modelo uno a uno, clase invertida, rol del docente acompañador, ambiente escolar disruptivo, autorregulación de los tiempos de aprendizaje, ausencia de cohortes de alumnos, modalidad original de validación de los conocimientos), sino también a través de resultados de aprendizaje impactantes. Los estudiantes del Colegio Fontán obtienen todos los años puntajes muy altos en las evaluaciones nacionales colombianas (las pruebas Saber), y sus egresados suelen ser admitidos en las principales universidades del país, en las cuales obtienen desempeños destacados. Así, los principios de la motivación por el aprendizaje, del placer intelectual y de la individualización se entrelazan en una propuesta educativa destacada y transformadora. Al final de cuentas, es el estudiante quien decide qué tema estudia y a qué hora, qué materias escoge, cuándo se examina, a qué ritmo progresa, recibiendo del establecimiento educativo la atención educativa que necesita para transitar con éxito todo el trayecto.

Encuentro una conexión muy cercana entre este m0delo pedagógico y las ideas de Sugata Mitra en lo que se refiere a su teoría del aprendizaje mínimamente intervenido. ¿Es posible crear espacios apetecibles y adecuadamente acondicionados para que un niño o niña de cualquier condición y procedencia aprenda y experimente a su propio tiempo? ¿Acoso es posible diseñar un sistema escolar que, tratando al niño como tal, lo emancipe y entusiasme con su propio aprendizaje? Eso parece.